1980 – 1990: Momentos críticos y decisivos para su consolidación.
Despertando los años 80 el departamento del Valle del Cauca se encuentra con tres hitos: Se instalan las primeras centrales telefónicas digitales, se inaugura Cosmocentro, el primer centro comercial de la región, y un grupo de inversionistas construyen La Torre de Cali, de 42 pisos de alto. La moral del la región se levanta en torno a estos iconos e intenta responder a los desafíos que plantea la llegada de la nueva ola económica.
Las cuentas en moneda corriente arrojaban lo siguiente: El total de exportaciones industriales del departamento sumó 264 millones de dólares el primer año de la década. Esa cifra decaería en los años siguientes. Alcanzaría su pico más bajo en el año 1985 con 113 millones y se recuperaría en el año de 1989, llegando a los US 306. Estaría lejos, aún así, de los 400 millones que se exportaron en 1990, período en la cual se mantuvo una alta tasa de facturaciones. Las autoridades departamentales vieron en la tecnificación el camino a seguir para hacer crecer la economía. La población se enteraba de los avances de la electrónica y comenzaba a adoptar costumbres y consumos que fueron rápidamente identificados por los importadores y propietarios de los grandes almacenes. Se planteaba la necesidad de responder a la mayor oferta de artefactos electrónicos. La cultura mundial había llegado a un punto de quiebre: Las necesidades culturales se habían transformado. El periódico y la radio ahora tenían un temible competidor, la televisión. Si bien ésta estaba presente desde años atrás en otras latitudes, había hecho su arribo al país tanto después y apenas ahora se convertía en un producto masivo. Era menester aumentar la cobertura de los servicios básicos. Haciéndole compás a esta necesidad, el gobierno regional del Valle del Cauca pone en marcha una política de expansión del cableado eléctrico. Comunidades enteras, que en la década del 70 recurrían a la plancha de carbón y alumbraban sus noches con lámparas de gasolina, eran ahora parte de la red eléctrica nacional. Para poder sostener el abastecimiento masivo, la CVC busca un lugar apropiado para un embalse. En 1984, en lo elevado de la cordillera, se levanta la Hidroeléctrica de Salvajina. Ésta debería complementar la generación de la hidroeléctrica Calima, construida 18 años antes en el municipio del Darién. Como es apenas previsible, la llegada a comunidades desfavorecidas de la era eléctrica trajo consigo la popularización del televisor y artefactos que facilitaban el quehacer diario de las amas de casa. La radio ya estaba presente en la vida diaria de muchos colombianos, ante la posibilidad de alimentarla con baterías. Estos dos medios vivieron su popularización en el país en este decenio, cargando tras de sí con una serie de nuevos oficios, que ahora se hacían indispensables. El mercado urgía de profesionales y técnicos que pudieran desarrollar, manipular, planear y reparar toda esta infraestructura eléctrica, desde el diseño de una central alimentadora de varios Kv, hasta la reparación de una nevera averiada, que tenía en vilo a alguna familia que ya no podía gastar más en restaurantes.
La mayor capacidad de producción eléctrica sirvió de plataforma para la llegada de grandes fábricas que podían abastecerse de las hidroeléctricas del departamento, sin verse en la obligación de recurrir a costosos préstamos eléctricos a otras regiones. La añorada autonomía eléctrica era ahora imaginable de facto. Los esfuerzos por aumentar la producción industrial tenían ahora un motor. Más allá de la expansión física de la industria y una mayor capacidad productiva, fue la llegada de la tecnificación y sistematización de algunos procesos la que catapultó al departamento a un nuevo periodo. La informática, que a nosotros llegó traída por empresas que buscaban sofisticar su producción, hace su aparición. Las bases de datos que años atrás se acumulaban en galpones y oficinas serían reemplazadas gradualmente, proceso terminado en los años 90, por el ordenador. La memoria electrónica era exponencialmente más eficiente: ocupaba menos espacio, rendía resultados de búsqueda en segundos y no requería tantas manos. El manejo de registros, que concernía, hasta ese momento, sólo a archivistas y eruditos de hemeroteca, ahora era acompañado por ingenieros y técnicos en sistemas, que se encargaban de almacenar en kilobytes lo que antes se había de disponer en amplios anaqueles.
La industria química y la agroindustrial sostienen altos niveles de participación. Las vastas hectáreas dedicadas al cultivo de alimentos de la canasta básica se ven obligadas a mejorar sus canales de distribución, situación permitida por una renovación vial a partir del año 80, que ubicó al departamento como el número uno en kilómetros y calidad de malla vial. La cercanía con el puerto seguía suponiendo una ventaja competitiva de las empresas exportadoras que llegaban a la región, que, como ya hemos visto, se preparó desde su infraestructura básica para responder a esta demanda.
Para decir algo acerca del comportamiento económico del departamento en este decenio, habrá que revisar el estado de la industria azucarera, aunada desde mucho tiempo atrás al devenir general de la región. A los ingenios se les presentaba la obligación de competir con la industria ecuatoriana, que daba grandes pasos en la adquisición de contratos para exportar azúcar refinada. Las decisiones tomadas se apoyaron, en el mismo tono del resto de los sectores económicos, en un proceso tecnificación que ha durado hasta nuestros días. En el año en curso se adelantan negociones que pretenden darle cabida al sector azucarero en el tratado de libre comercio a punto de firmarse con la Comunidad Europea. De darse esta posibilidad, el aumento de las exportaciones traerá consigo una elevación de la necesidad de la mano de obra en todos los sectores adscritos a la producción azucarera, que son, en nuestros días, una gran porcentaje de los servicios totales prestados en la región.
1990 – 2000: Reingeniería y afianzamiento de su despegue.
El Valle del Cauca se convirtió en una región más involucrada con el mercado exterior en el escenario posterior a la apertura implementada por el gobierno de César Gaviria. Si bien el nivel de movimiento interno de las manufacturas del departamento mantuvo cierta estabilidad, el comercio exterior impulsó nuevas lógicas de mercado. La economía se diversifico y la industria manufacturera se consolidó en la región. El déficit comercial se incrementó, en gran parte debido a la necesidad de importar insumos para atender el gran auge de producción industrial, que iba a ser destinada a la exportación. La diversificación, como se puede concluir de lo anterior, presentaba paradojas y mostraba la necesidad de ser calibrada como parte de una política estatal o gremial.
El empate entre las tecnologías desarrolladas en los años 80 con lo que se vendría en los años 90 fue la automatización de los procesos. Esta tendencia se veía dando en el mundo, no sin descuidar siempre la mano de obra dedicada y artesanal que tiene su propio valor agregado. Los conflictos que nacieron de estos procesos, que en gran medida, podían ser interpretados como generadores de desempleo, fueron mediados por el estado y las organizaciones gremiales y sindicales. Aún así, el impacto que esto produjo en las economías de las distintas regiones del país fue tan contundente, que, en muchas ocasiones, el paso a dar para dejar la categoría de microempresa fue el contar con un departamento de automatización de los procesos, sobretodo en la producción a gran escala. En un mercado en el que las ventas se hacían por volumen, la eficiencia en las cadenas productivas era imprescindible si se quería ser competitivo. Este cambio se consolidó desde sus primeras apariciones en los años 80 a través de políticas estatales, insuficientes pero ejemplares para algunos gremios.
La industria del Valle tuvo réditos importantes en la fabricación de papel y la industria editorial. Los gremios vieron y aceptaron la desventaja en la que se encontraban en relación a la industria norteamericana del papel. Toma entonces, como nicho de mercado, a Latinoamérica. La proximidad geográfica y la validez de algunos tratados de libre comercio firmados en esa década con países de la región lograron conformar un ambiente ideal para la expansión del gremio. El objetivo era claro, el desarrollo de productos con un alto valor agregado, apoyado en la innovación y la calidad tecnológica. Los procesos de producción de la industria del papel necesitaban una escuela seria y pensada que se hiciera cargo de crear un flujo de personal capacitado constante.
En junio del 91 se crea la empresa regional de telecomunicaciones ERT, que da paso a la contratación de un personal específico para las labores técnicas y conceptuales de esta iniciativa. A esto le sucedería la llegada del mayor fenómeno económico de la década, la aparición del Internet.
La Universidad del Valle trajo el dominio .co a la región. Fue el primer proveedor de internet de la ciudad, un servicio, en un comienzo, gratuito. Las velocidades de navegación iníciales no fueron muy altas y la penetración en la población tampoco era destacada. Un porcentaje muy pequeño de las empresas tenían página oficial o algún convenio con una que la tuviera. Las pequeñas empresas se fueron viendo la necesidad apremiante de establecer estos sitios en la web a medida que se fue desarrollando la década, sobre todo al notar el gran consumo de este nuevo medio, que la población en general ya estaba integrando a sus medios de vida. Los bancos y las entidades financieras en general empezaron a ofrecer servicios básicos a través de sus portales a final de la década. El mercado urgía de profesionales y técnicos que se pudieran hacer cargo del diseño, en lo estético y en el técnico, de dichas páginas. Entendiendo la importancia que éstas tenían para el posicionamiento de la empresa en el mercado competitivo, la tendencia general fue la involucrar grandes recursos en la constitución, fortalecimiento y promoción de las mismas. El contar con servicios en línea era sinónimo de progreso en las huestes empresariales y el consumidor solía impresionarse con una página de diseño vanguardista que proveyera servicios más allá de los informativos. El mercado estaba dispuesto para los técnicos y tecnólogos que estuvieran en capacidad de mantener la web y todas sus implicaciones. El país, la región incluida, daba el salto adelante en materia tecnológica y el trabajador que pudiera hacerse cargo de mantener este adelanto iba a encontrar tantos oficios en qué desempañarse como ramas tuviera este nuevo mercado. Diseñadores, programadores, técnicos en todos los sectores involucrados fueron súbitamente necesarios para el bienestar de todos los sistemas de trabajo, ahora establecidos, en torno a las grandes redes de información.
Otra transformación notable fue el de los oficios que debieron desempeñar ingenieros y técnicos en sistemas desde que el internet casero hizo se aparición. Si bien los canales de información se ampliaron, con ellos llegaron los enemigos naturales de los sistemas operativos disponibles en la época: los virus. Los computadores, que antes se descomponían solo en cuanto al hardware y eventualmente contraían una gripa contagiada a través de un disquete, eran ahora presa fácil de los ataques desde internet. Los equipos conectados estaban permanentemente expuestos a amenazas directas a su software. Resultado: el promedio de computadores descompuestos se elevó sustancialmente. Se hacían necesarios, entonces, no sólo profesionales que diseñaran y comercializaran antivirus efectivos, sino profesionales que operaran y diagnosticaran los equipos infectados. La cultura del conocimiento elemental del computador y su patología se demoró en llegar bastantes años a la región, por lo que el virus más simple era indicador suficiente de que había que llamar al técnico.
Desde el año 95 aproximadamente, la figura del técnico para los usuarios de sistemas operativos caseros se convirtió en algo usual. Las grandes compañías, y aún, muchas de las medianas y pequeñas, contaban con un departamento de sistemas, encargado de la instalación, mantenimiento y configuración de las redes y los equipos internos. Muchas compañías contaban, incluso, con un departamento de seguridad en redes, algo así como una policía cibernética, encargada solamente de cuidar la información y la salud de los equipos y las redes de la compañía. Una separación de poderes del departamento de sistemas que se iría consolidando, sobretodo, en las grandes empresas multinacionales. Esta figura sería mucho más fuerte después del año 2000, década en la que la seguridad informática se hizo indispensable, ante el alcance y la inseguridad general que rondaba en el espectro de banda, gigante y casi omnipresente a estas fechas.