Para comprender a Nietszche debemos primero abandonar la esperanza de abarcarlo de una forma definitiva; las interpretaciones que se han hecho de su obra en más de un siglo son lo suficientemente dispares como para disuadirnos de ello. Los libros de Nietszche son menos como las grandes montañas en las que los escaladores porfían por alcanzar un pico, y más como las ciudades en las que los recién llegados se instalan para ir conociendo de a poco, aunque nunca de una manera definitiva.
Sin embargo, encontramos en Nietszche varias ideas sobre las que gravita el total de su obra, además del importante rasgo de su originalidad. Entre otras cosas, Zaratrusta es el profeta del eterno retorno; el eterno retorno de lo mismo, idea que fascino poderosamente a Nietzsche, es tal vez su idea más original y poderosa. La división del arte griego en dionisiaco y apolíneo, la idea de un nihilismo constructivo, el concepto de superhombre, todo esto se interrelaciona en Nietszche de una manera compleja y sugestiva.
Nietszche consideraba al arte, la poesía y la música en especial, como ventanas que nos permitían observar el poder de las ideas filosóficas en toda su extensión. De este modo para Nietzsche el arte es lo que es la historia para Marx, o la ciencia para Kant: el campo donde sus especulaciones cobran sentido. No hay mejor forma de estudiar a Nietszche entonces que a través de la música, y aunque tal vez él hubiese preferido la música de Wagner, hoy lo haremos a través del genial Lou Reed, y en especial de su canción "Perfect day".
La vida de Lou Reed es de aquellas cuya mayor sorpresa consiste en que haya sobrevivido alguien para contarla. Nacido en el seno de una acomodada familia judía, no le tomo mucho a Lou comprobar la crueldad del mundo al que llegaba. Su padre, temiendo lo que el veía como “tendencias homosexuales” (probablemente su afición por la lectura solitaria), lo envió durante su adolescencia a un sanatorio en donde intentaron curarlo a base de electrochoques durante varios años. De ello Lou por supuesto no salio del todo heterosexual, aunque si adicto a las drogas. La heroína, según nos cuenta Lou, era lo único que le ayudaba a pasar el día. Aquejado por frecuentes depresiones y una franca inadaptación, producto de su comprensible desconfianza hacia los demás, Lou concentro sus intereses en la literatura y por supuesto, la música. Junto a Jhon Cale y Sterling Morrinson fundo la mítica The velvet underground, con la que anticipo la fuerza y profundidad del mejor Punk. Entre sus mas celebres canciones están Heroin, Walk on the wild side, y por supuesto A perfect day
En A perfect day escuchamos la voz lánguida de un Lou aparentemente apático, acompañado por un piano melódico del mismo humor, que solo crecerá para acompañar a Lou en los dos exultantes coros de la canción. Las primeras líneas son de una simplicidad apabullante; la canción en ese primer momento parece condenada al cliché más detestable:
Just a perfect day,
Drink Sangria in the park,
And then later, when it gets dark,
We go home.
Just a perfect day,
Feed animals in the zoo
Then later, a movie, too,
And then home.
Y es entonces cuando entra el coro y escuchamos uno de los contrastes más fuertes de la canción:
Oh it's such a perfect day,
I'm glad I spent it with you.
Oh such a perfect day,
You just keep me hanging on,
You just keep me hanging on.
¿”you just keep me hanging on”? Esa es la primera línea que nos informa lo lejos que estamos de un pacifico idilio. Y sin embargo es apenas una: no podemos sino imaginarnos que es lo que arruina un día tan gris como perfecto. Hanging on es la forma más visceral que tenemos para eso que llamamos resistencia, aguante: la forma más intima que tiene el Ingles para expresar la dolorosa experiencia de sobrevivir a un infortunio sin quejas. La canción continúa:
Just a perfect day,
Problems all left alone,
Weekenders on our own.
It's such fun.
Just a perfect day,
You made me forget myself.
I thought I was someone else,
Someone good.
You made me forget myself…I thought I was some else…someone good. Este es claramente el contraste mas violento de toda la canción. El abandono sobrio de todos los compromisos difícilmente pueda expresarse con tanto poder y economía como en estas líneas. De nuevo aquí alcanzamos a intuir la tragedia oculta tras el recuento bucólico de un día de ocio. Y también nos damos cuenta que el autor lo sabe: detrás de un día perfecto de paseos y bebida se encuentra un trasfondo tormentoso que al parecer solo ha dado espacio a un, tan solo un día de descanso, de perfecto descanso.
Para Nietszche la visión dionisiaca del mundo en los griegos era la única que daba la cara al sufrimiento, la única que prestaba atención al hecho de la precariedad de la existencia de los humanos sobre la tierra. Aun así, el espíritu griego siempre concluía que vivir era lo deseable. Las fiestas en honor al dios Dionisio recorrían todas las escalas anímicas, del horror y la tristeza, al jubilo y al gozo: “en el placer supremo resuena el grito del espanto, los gemidos nostálgicos de una pérdida insustituible. La naturaleza exuberante celebra a la vez sus saturnales y sus exequias. Los afectos de sus sacerdotes están mezclados del modo más prodigioso, los dolores despiertan placer, el júbilo arranca del pecho sonidos llenos de dolor”(la visión dionisiaca del mundo). Para Nietszche esta visión podía resumirse en un principio ético insuperable: el eterno retorno. El superhombre debía vivir como si todo estuviese destinado a repetirse eternamente. De este modo, todas las empresas perderían su sentido. Por ejemplo ¿de que serviría ser cristiano, si sabemos que no habrá cielo que nos recompense, sino que por el contrario nos veremos obligados a repetir nuestras acciones eternamente? ¿o igualmente, de que serviría ser marxista, si al instituir la ansiada dictadura del proletariado la historia repetiría eternamente la explotación de los pobres por los ricos? Este pensamiento –el del eterno retorno, paralizaba las falsas ilusiones en “trasmundos”, pero fomentaba la valoración de la vida por si misma. A esto se le suele llamar “Nihilismo constructivo”.
En el éxtasis dionisiaco, el individuo pierde la noción de si mismo, y encuentra la fuerza impersonal de su propia voluntad, que es a su vez la de los demás. No nos importara nunca el hacernos perdonar nuestros pecados siempre que podamos disfrutar un día mas de placeres despreocupados. Para permitirse amar a la vida hay que tener un temple especial, uno que solo da ese nihilismo acerado que nos reconcilia con lo absurdo de la vida. Lou suena melancólico, pero no cabe duda de que ha disfrutado su dia perfecto: talvez al día siguiente su adicción a las drogas le cobre factura, tal vez sea su vida desordenada; Lou sabe que eso no importa pues “en el placer supremo resuena el grito del espanto” y todos los momentos estan destinados a repetirse eternamente.