Estaba ojeando el periódico El Tiempo de esta semana. No recuerdo muy bien el día exacto para ser sincera pero en medio de la lectura en la página de pasatiempos me encontré con una caricatura de Carlitos muy diciente de la realidad que viven los estudiantes al retomar las clases en el colegio después de la temporada vacacional.
Resulta muy gracioso, y a la vez desconsolador, ver una secuencia de 3 viñetas ilustradas donde se recrea, de una forma muy sarcástica, el comportamiento de una gran mayoría estudiantes.
La caricatura muestra la secuencia de 3 niños que van camino a la parada del bus escolar, rumbo a su primer día de clases después de vacaciones. En medio del desplazamiento, y como es lógico en un encuentro entre compañeros, hacen un comentario: La niña que va unos pasos adelante se queja de no haber terminado de leer el libro que les habían dejado como tarea para las vacaciones, la otra se queja de no tenerlo y menos haberlo leído y por ultimo Carlitos con su cara caída en las 2 primeras viñetas, con un aire de aburrimiento y resignación, levanta su cabeza para preguntar asombrado a qué se referían, pues le tomó por sorpresa la intervención de sus compañeras.
El caso es que esta caricatura me animó para escribir sobre el tema, pues esta escena es muy recurrent. Lo hemos experimentado en cabeza propia y sin necesidad de vacaciones. Incluso de un día para otro, sobre todo cuando tu profesor de matemáticas te deja ejercicios de práctica para la casa en los últimos 5 minutos de clase, cuando todo el salón, incluyendo los nerds, ya están inquietos. Todos y cada uno de los salones de clase, a pesar de conformar un grupo, terminan de algún modo en una especie de subdivisión según su disciplina y sus intereses.
Es cierto que el tiempo de vacaciones es para descansar de las actividades académicas, pero hay hábitos que deben ser cultivados desde la infancia, como la lectura, el deporte y el arte. Eso ayuda a que en el proceso de desarrollo la persona adquiera facultades de concentración, disciplina y orientación. Muchos desequilibrios se deben a carencias de este tipo.
Carlitos es el ejemplo más contundente de un ‘mal’ que sufren y en algún momento sufrimos varios, pues yo era una de ésas que me dejaban tarea de un día para otro y ni cuenta me daba por andar en juerguitas con mis compañeras en medio de clase. Al otro día llegaba a copiar y a leer, por si acaso me preguntaban. Pero yo tenía una ventaja que otras no y abusaba, era muy buena en comprensión de lectura y tengo una habilidosa forma de expresarme verbal y gestualmente, cosa que me favorecía al momento de algún llamado de atención con una pregunta con base en la tarea o la clase.
Fomentar la lectura como diversión y no como castigo sería un buen principio para que de regreso a clases no le pase lo que le pasó a Carlitos y no tengan ni idea de lo que ha pasado a su alrededor.