Arzobispo de Cali, mártir de la paz
Por Claudio Borrero Quijano
En su idioma el pueblo raso manifiesta lo mataron por frentero, el buen pastor santandereano nunca practicó la hipocresía. Ante la disyuntiva, “paz dialogada” o “guerra a muerte sin cuartel” la iglesia en cabeza de Isaías Duarte Cancino siempre defendió la vida de todos los colombianos sin excepción, la pena de muerte es opción proscrita en nuestra Constitución Política.
Del simposio de la Universidad Javeriana destacamos la confesión de Horacio Serpa Uribe, su compañero del Colegio Santander en la ciudad de Bucaramanga, ambos, “Duarte y Serpa”, estudiaron en aulas diferentes siempre como cercanos amigos.
A los pocos días de recibir el título de bachilleres se enteraron sus compañeros del ingreso al seminario del compañero “Duarte”. Una vez recibió su orden sacerdotal, el padre Duarte, continuó siendo el amigo de siempre. el padre Duarte, celebró las honras fúnebres del papá de Horacio Serpa en Bucaramanga. Ascendió al obispado de Apartadó, destacándose su lucha en favor de los humildes campesinos del Urabá antioqueño, humildes ciudadanos acosados por la violencia. Después de su traslado a Cali el nuevo arzobispo, luchó por el derecho a la vida, combatió con valor civil la ola de secuestros en la ciudad y en el país.
Horacio Serpa Uribe confesó en el simposio javeriano, que en casa de monseñor Duarte Cancino, el gobierno nacional siendo él Ministro de Gobierno accedió a reunirse en diálogos por la paz con el comandante paramilitar Carlos Castaño, los asistentes se comprometieron a guardar prudente silencio sobre el evento, no obstante en el compromiso faltó a la palabra Carlos Castaño, cuando divulgó la reunión celebrada en casa del arzobispo caleño, actitud que presagiaba la muerte violenta del mártir de la paz tal como sucedió días después.
Gloria Cuartas encendió en aplausos al auditorio javeriano con su emocionante narración de vivencias como Alcaldesa de Apartadó, manifestó con realismo cómo lloraba el obispo en los entierros masivos del campesinado urabeño.
Gustavo Álvarez Gardeazabal, narró en el simposio el acompañamiento del arzobispo en su entrega al C.T.I. de Riofrío, cuando por intrigas de los cacaos vallunos orientaron su apresamiento. Agregó “la oligarquía católica no se lo perdonó a Monseñor y le dio un trato de desprecio igual al poco o diminuto rechazó que generó cuando lo asesinaron vilmente”.
El provincial de la compañía de Jesús, Padre Francisco de Roux, expuso pausadamente su reflexión sobre el mártir sacrificado en Cali, ponderó la claridad y franqueza para denunciar el crimen organizado, el narcotráfico, paramilitarismo, la infiltración en la política del dinero maldito, hasta que lo acallaron con su vil asesinato.
La Arquidiócesis de Cali en cabeza de su Obispo Monseñor Darío de Jesús Monsalve reiteró el legado de Isaías Duarte Cancino sobre la importancia del respeto a la vida, su gran grito de batalla para que liberaran a los cautivos: ¡Vivos, libres y en paz! y la búsqueda de caminos de la reconciliación nacional, que permite inferir hacia a donde se enrumba la iglesia, en los temas tan complejos de la violencia en Colombia.
Fue una gran conmemoración no sola por la calidad de los participantes, si no por la cercanía que tenían ellos con Monseñor, de donde salimos todos con la convicción que la Iglesia seguirá trabajando y coadyuvando por la paz de Colombia.
“Salvó mi vida”
Desde su muerte siempre visito al amigo Isaías Duarte Cancino ante su tumba en la catedral de Cali, templo a donde fui bautizado 71 años atrás. Mis diálogos con el buen pastor, quien siempre me acompañó con celebración de misas campales las devoluciones parciales y voluntarias de los territorios ejidales de Cali, reintegrados sin vencimiento en juicio por tres familias caleñas. En mis visitas le narro sobre el avance del rescate ejidal por vía judicial en Santiago de Cali, ruego su iluminación y guía para buscar alivio a las familias destechadas pobres frente al despojo de la materia prima, la tierra ejidal, única manera de convertirlos en propietarios de su hábitat.
Mi decisión de vida la adopté desde treinta y tres años atrás, intentando rescatar los ejidos dentro del marco legal, sin alejarme un ápice de la ley en mi ciudad feudal, a donde la usurpación de estos bienes de uso público, los ejidos, data de varios siglos, usurpación practicada por familias raizales de tradición bien apellidada.
Durante mi visita el 24 de febrero de 2010, saludé al prelado amigo, “Monseñor Isaías, buenos días”, se celebraba la santa misa a las 9:30 a.m. en la iglesia colmada como nunca de feligreses, iniciaba mi conversación con Isaías Duarte Cancino, cuando fui apuñaleado indefenso por la espalda en cinco ocasiones, con daga cristalizada en cianuro. Las certeras puñaladas mortales las recibí en la cervical, cuello, aorta, pulmón y hombro derecho; con la ayuda de Dios y la guarda de mi amigo Isaías Duarte Cancino, no percibí dolor alguno, caí vencido en insólito desangre, cientos de fieles fueron testigos presenciales. El celebrante sacerdote y párroco William Gómez suspendió la celebración momentáneamente, mi voz retumbó con fortaleza en el templo primado del catolicismo caleño, implorando la ayuda de Dios, casi de inmediato tres patrulleros de la Policía Metropolitana aprehendieron en flagrancia al contratado criminal, con rapidez dos radiopatrullas y una ambulancia en las puertas de la catedral me trasladaron de emergencia al hospital de San Juan de Dios a donde fui intervenido de inmediato. El ciudadano Hernán Rengifo, asistente de los abogados Luz Betty Jiménez de Borrero y Pablo Borrero, alcanzó a intervenir en mi favor apartándome al asesino, desafortudamente resultó vilmente apuñaleado en dos oportunidades.
Gracias a Dios estoy vivo, tal como él siempre predicó la defensa de la vida, loor a nuestro mártir de la cristiandad caleña Isaías Duarte Cancino; “los queremos libres, vivos y en paz”.
Gracias Dios mío por haberme permitirme continuar la misión en búsqueda del rescate ejidal de los caleños, temática contenida en los libros sagrados del profeta Ezequiel 48:17, números 35:2, 3, 4, 5, 67,18, levítico 25:34 26:1, Josué 14:1-4 18:7-21, Reyes 23:11, Nehemías 12:44, Deuteronomio ; 19:14, crónicas 1ª y 2ª., génesis 17:8, 31:14, 48:4, éxodo 34:9 y en la ley de Colombia, decreto 133/86, código de régimen político municipal que ordena destinar los ejidos exclusivamente a la vivienda de los humildes destechados, no olvidemos que nuestra urbe es “cruce de caminos de las colonias que habrían de transitar por el Pacífico”.
Ing. Civil Claudio Borrero Quijano