Por Benjamín Barney Caldas
Nuestros modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico e industrial, que es como el DRAE define cultura, son producto inicialmente de una religión, una lengua y unas ciudades y arquitectura traídas a América desde de la Península Ibérica por los conquistadores, muchos de ellos de Andalucía y Extremadura. Y de ahí su impronta mudéjar, estilo que floreció en España desde el siglo XIII hasta el XVI, caracterizado por la conservación de elementos del arte cristiano y el empleo de la ornamentación árabe. O se a que nuestra arquitectura colonial deriva de la hispano musulmana, tanto la culta como, principalmente, la popular, del Califato de Córdoba.
Aquí, esas soluciones urbanas y arquitectónicas pronto se adecuaron a sus nuevas circunstancias de clima y paisajes, con comprobable éxito, generando nuevas tradiciones que se sumaron a las españolas, las que se fueron transformado incluso después de la Independencia, pese a su esfuerzo de mirar más hacia la Francia de la Gran Revolución. Sin embargo todavía decimos “ojala” en lugar de “como Dios quiera”, comemos “manjar blanco” siendo manjar (dulce) una palabra de origen árabe, como también “azúcar”. Y nuestro edificio más bello e interesante es sin duda la Torre Mudéjar, La Merced y la Capilla de San Antonio igualmente de influencia mudéjar.
Pero para los Juegos Panamericanos de 1971, en Cali insistimos fue en terminar de acabar con su herencia colonial, llevados por nuestra dependencia cultural de Estados Unidos, la que se incrementó fatalmente después de la Segunda Guerra Mundial, al punto de que la ciudad “hermana” de Cali es Miami, de donde tomamos, masivamente, muchos conceptos y soluciones urbanas y arquitectónicas, que identificamos ingenuamente con la modernidad. Estas se sumaron a las primeras modernizaciones de principios del siglo XX, pero no las reinterpretamos ni adecuamos, sino que simplemente las copiamos y casi siempre mal.
Sin embargo, el urbanismo y la arquitectura coloniales siguen siendo el mejor ejemplo de lo que deberíamos buscar en términos de confort habitacional y sostenibilidad, pues se adecúan mucho mejor a nuestro clima, paisajes y tradiciones. Pero por supuesto, hay que adaptarlos y modernizarlos, de manera similar a lo que se está haciendo en Masdar, en Abu Dabi, ciudad en construcción que es todo un retorno a la vieja pero eficaz ciudad islámica, compacta, baja, y de patios y calles estrechas y sombreadas, tal como eran las nuestras, y que aun podemos constatar en Cartagena, Mompóx, Santa fe de Antioquia, Barichara, Villa de Leyva, Girón o Popayán.
Pero no se trata de imitar sus imágenes, tergiversándolas por lo demás, sino de perfeccionar sus soluciones de frente a climas y paisajes tan diferentes al norteamericano, potenciando una nueva versión de una vieja tradición. De ahí que deberíamos retornar las viviendas abiertas a sus propios patios más que al exterior, a las paredes con suficiente aislamiento térmico y acústico, y a los corredores y galerías más que a los ventanales. El problema por supuesto es lograrlo en los edificios de apartamentos, mas hay ejemplos que son los que deberíamos seguir, y no limitarnos a copiarlos de países con otros climas, paisajes y modos de vida.