Por: Lina M. Benavides
La música Colombiana, prolífica en sus variaciones, estilos y colores, es hoy la protagonista de nuestra columna. Con sus pasillos, bambucos y guabinas, el maestro Fernando Salazar Wagner y su Grupo Vocal de la Escuela de Música del Chicoral, junto con el intérprete Jairo Ojeda, han decidido tomar el camino pedregoso del rescate de la música popular colombiana.
El concierto didáctico “Música entre amigos”, trajo al Auditorio Tulio Ramírez el aroma de las flores y la frescura del campo. Los asistentes fuimos seducidos por voces dulces que hablaban de amores enredados en montañas, lagos y neblina. El color de la noche fue el de la panela, la tierra; el color de los zambos, los negros y los indios que aman, sufren y contemplan la inmensidad de su mundo con la misma sencillez con la que escriben sus canciones.
La noche inició su recorrido musical con la Guabina “el niño campesino” a cargo de Jairo Ojeda. La pieza, sencilla en su estructura musical, dibujó una armonía serena, acogedora y graciosa que hizo soltar más de una sonrisa. El maestro Fernando Salazar Wagner continuó con su bambuco “Para decirte”. Su potente voz acompañada de un tiple sobrio y cadencioso, danzó sobre la exuberante percusión de un cajón peruano.
La noche siguió su camino saltando del macizo colombiano, con el bambuco tradicional y las guabinas, al caliente Valle del Patía, donde aparecieron juguetones y picarescos un par de bambucos tradicionales de esa zona. Tras el despliegue de cuerdas y percusión, la noche dio paso a unas voces naturales, que encantaron el escenario con su delicadeza y dulzura. Había llegado el Grupo Vocal de la Escuela de Música del Chicoral.
Mauricio Arcila, tenor y guitarrista, José Fabián Fajardo, barítono y tiplista, Marlin Yurani González, soprano, Ingrid Lorena y Yeimi Alejandra Aranda, ambas contralto, llevaron el espectáculo a la cúspide de la ensoñación. Unas voces aterciopeladas, jóvenes, como flores silvestres que empiezan a brotar en una planicie verde y nublada, llevaron al auditorio al lugar donde crecen los ríos, donde las piedras cuentan historias ancestrales y las montañas se hacen gigantes de tierra. El Grupo Vocal de la Escuela de Música del Chicoral no sólo interpretó hermosas canciones, nos hizo encontrar cara a cara con la música popular folclórica colombiana, una música que sobrevive en una pausa histórica donde los imaginarios del monte se conservan y nos recuerdan la belleza de lo simple.
Ovaciones, vivas y más vivas, para todos los que hicieron posible este concierto. Esperemos que la programación de “Música entre Amigos” siga ofreciendo espectáculos de tan buen nivel.