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Valerie Domínguez debe ser condenada y que le pida perdón al país

Jaime Salazar, 2 June, 2012


Por Jaime Salazar C. 
Comun¡cador de Univalle. Mg. Taller de Escritura de Universidad Central. Subdirector y editor de Caliescribe. Fue reportero en 'La Palabra' y 'C¡udad Vaga'. Autor de dos libros de cuento y una novela inédita.
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Independientemente de lo que decida el juez en los próximos días, Valerie Domínguez debe ser condenada, aunque sea de manera simbólica, como un trabajo comunitario, pero pasar la ‘pena’.

Pocos casos como este, muestran la más desmedida ambición colombiana, veamos. Valerie, esa niña que conocimos como Reina nacional de la belleza (2005), es de lejos una de las mujeres más hermosas del país, que no es poca cosa en una tierra que las produce en racimos.

Con esa sonrisa perfecta y sus 1,75mt pudo llegar lejos, en un país hedonista y frívolo, su figura flacucha y sus 59 kg le alcanzaban para destacarse sobre todas las demás niñas de su generación.

Además de bella, la modelo Barranquillera también tenía talento por montones: con habilidad y soltura actuó en más de seis novelas en una carrera vertiginosa que ya desearían muchas actrices con muchos años de carrera.

Fue así como protagonizó producciones como ‘Un sueño llamado salsa’ ‘Los caballeros las prefieren brutas’ (como ella) ‘Mujeres asesinas’, o ‘Hasta que la plata nos separe’.

Como ningún otro papel, Valerie creo un  personaje inolvidable en ‘El último matrimonio feliz’ (RCN 2008), donde actuó como esposa maltratada con la que muchas mujeres lloraron y se identificaron. No le bastó con ser la más bella de Colombia y una actriz codiciada por los grandes canales, dio también su salto al cine, donde se auguraba una carrera fulgurante, iniciando con la producción “Esto huele mal” basada en la novela de Fernando Quiroz.

Frente a la fama y el poder también creció su ambición. Se ‘ennovió’ con uno de los hombres más más ricos de la costa, Del ‘Clan’ Dávila; fuese por amor (que ya se vio, no era) la ambición se adivinaba en cada beso. La vedette era la soltera más pretendida del país, musa de artistas, políticos e intelectuales. Pudo haberse casado con ministros, empresarios o incluso algún galán advenedizo, pero ella prefirió el prototipo del joven poderoso heredero de una fortuna familiar.

Fue entonces cuando Juan Manuel Dávila le pidió, en versiones dadas por la misma Valerie, que le firmara unos papeles con fincas ficticias y ‘pajaritos’ en el aire, en el trámite, ella se ganaría, sin levantar un azadón, unos $300 millones. ¡Fácil!

Acaso nadie notaría el nombre “Valerie Domínguez” en los papeles del Ministerio de Agricultura, como cuentan jocosamente los cronistas de la desaparecida revista Cambio. Tras esta ‘pequeña’ e ‘inocente’ argucia legal, el exministro Andrés Felipe Arias, conocido como ‘Uribito’ y creador de toda esta trampa, quiso que la ‘reinita’ patrocinara el alicaído programa.

Total, Valerie no necesitaba esos millones, ni los de AIS ni los de la pauta del bien encarcelado exministro estrella de Álvaro Uribe. Nunca los necesitó, pero aun así firmó los papeles del subsidio, porque la niña, que llegó a ser la reina de la pantalla chica en Colombia, tenía más ambición que valores.

La misma que llegó a los juzgados de Paloquemao con una trenza de campesina, con su cara de ‘Giordano desangelado’, despertando la conmiseración de todo el país y rematada con el testimonio en La W que su novio la maltrataba.

Absuelta por la opinión de sólo verla llorar, ese angelito, detrás de esa mascara de belleza nadie adivinó a una mujer codiciosa que quiso pasar por empresaria del campo y ganársela fácil, estigma que nos vino del narcotráfico, y que con pesar lo digo, aun no desaparece.

Cuando el dinero llegó, declaró Clara Fernández (su exsuegra), ella estaba feliz y tras el escándalo no quería devolverlo; su ‘coartada’ de que fue engañada, sería desvirtuada por un contrato del arrendamiento del predio 'La Faena', firmado y autenticado por la mismísima Valerie Domínguez.

Independiente de cómo termine esta novela, en Colombia hay a quienes se les presenta una oportunidad para esquilmar el erario, y no la desaprovechan uno que otro milloncito, o 200 o cien mil, pero esto sigue estando mal y por eso tantas escuelas se caen, tantos hospitales se cierra y tantos niños se acuestan con hambre.

Hay gente “buena” como Valerie, que quizá no maten una mosca, pero no dejan pasar esta oportunidad, les enceguece la ambición. De esa estirpe que bajo su traje de Reina frágil, pueden tomar el dinero y disfrutarlo. De la misma estirpe de los prohombres de la patria,  políticos que aun siendo elegidos y favorecidos con la inteligencia y el liderazgo, llegan a robar, para desmembrar el ya desangrado país.

A falta de un mes para reanudar el juicio, Valeríe ya está en la picota pública y debe ser condenada por esos televidentes que antes la amaban. Que la condenen, así sea a unos días de reflexión, a trabajo comunitario o que haga una novela donde le enseñe a niñas y jóvenes que esto estuvo mal, que está mal y que de paso, se disculpe con el país.

Después sí, que la justicia enfile baterías hacia los verdaderos autores intelectuales de este desfalco, como Uribito, y claro, otros grandes culpables denunciados por el Representante Wilson Arias, como el grupo “Mónica Semillas”, quien recibió 10 veces más de lo otorgado a Valerie pero que no devuelven los dineros. Acabado el espectáculo, que empiece la justicia.

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