R E S P L A N D O R
Por Héctor De los Ríos L.

En este domingo el evangelio de Juan nos coloca frente a frente con Jesús en su realidad humana, en cuanto “Verbo hecho Carne”, y en su realidad divina, en cuanto “bajado del cielo”. En medio de estos dos polos, el de la divinidad y el de la humanidad, se coloca una vez más el término “Pan”, que adquiere ahora un sentido más profundo.
La Palabra (=Verbo) se hace carne y la carne se ofrece como el pan, y es así como Dios actúa desde el cielo para vivificar el mundo. En la Eucaristía se encuentra el doble movimiento: (1) el de la oblación sacrificial de Jesús que va camino hacia el Padre y en esa entrega pone al hombre en la dirección de la comunión de vida (eterna) con Dios; y (2) el don del Padre que, por medio de su hijo, ofrece lo que le es más querido para salvar al mundo.
Pero frente a esta “revelación” cuenta mucho la actitud de parte del hombre. En el pasaje que leemos este domingo notamos un giro importante: la multitud buscadora, sedienta de conocimiento de Dios (Jesús pedagógicamente la llevó a esta toma de conciencia), se comporta ahora como los judíos incrédulos de otros tiempos en el desierto, cuando ponían en duda la capacidad de Dios para salvarlos.
Jesús se acababa de presentar como el “Pan de la Vida” (6,35) y también había dicho claramente que su tarea de “dar vida”, venía del Padre (=“he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado”6,38), luego era el “Pan bajado del Cielo” El evangelista hace notar que los oyentes de la catequesis no comprenden que el término “pan” es sinónimo de “Palabra” identificada con Jesús, de la cual la “escucha” se convierte en invitación a la cena, en asimilación, en nutrición, en vida y resurrección.
Por lo tanto, en Juan 6,41-51, la bellísima expresión “Pan de Vida”, significa ante todo “Palabra que hay que acoger (=creer) y en encarnar (=comer)”, su verdadero sentido es “Pan de vida = Palabra hecha carne”.
Los términos del pasaje que nos ofrece la liturgia de este domingo, nos muestran que la Eucaristía -“Pan vivo bajado del cielo”- acogida en el hoy de nuestra fe, nos coloca de manera permanente frente a la gran riqueza de la persona de Jesús y de la totalidad de su obra en el mundo. Siendo así, la Eucaristía es una síntesis del Evangelio.
Que en este domingo, dejándonos atraer desde fondo del corazón por Dios Padre, todos nuestros deseos se vean colmados por la presencia del Verbo de Dios entre nosotros, misterio de amor por el cual el “Dios por nosotros” viene a nuestro encuentro en la Eucaristía, nos redime del sin-sentido y de todo lo que hace absurdo (no futuro) nuestro existir, y nos impulsa por el camino de la “vida”. Jesús viviente (pan vivo) en nuestra carne mortal es el rostro del hombre que sabe vivir.