
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.
Niemeyer, de origen alemán, muy brasileramente se llamaba Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares Filho. Nació en Rio de Janeiro donde murió faltando nueve días para los 105 años. Para él la arquitectura era “una cuestión de sueños y fantasías, de curvas generosas y de espacios amplios y abiertos,” y su preocupación fue siempre “hacer una cosa diferente que provoque sorpresa.” Como dice Armando Buchard, profesor de la Universidad de San Buenaventura de Cali, “ supo ver que la técnica no es cuestión sólo de soporte y de un saber hacer, sino producción creativa, poiesis. Nos mostró la esencia plástica del concreto como nadie”. Poesía posible gracias al ingeniero y poeta Joaquim Cardozo (1897-1978), como lo son las muy femeninas columnas modernas del Palácio da Alvorada en Brasilia, que, como una bailarina clásica, llegan "en puntas" al suelo como si no lo tocaran, o el recorrido centrípeto por la osada rampa del Museu de Arte Contemporânea de Niterói, que pone el bellísimo paisaje de la Bahía de Guanabara a los pies del que la recorre haciéndole olvidar su imagen de platillo volador que tontamente publican las revistas.
En Rio, como anota el arquitecto panameño Ariel Espino (La modernidad ante el trópico. Calor, Lluvia y Arquitectura en América, 26/01/1995), los cubos blancos de la arquitectura moderna fueron pronto rodeados de quiebrasoles, inventados por Le Corbusier para el Ministerio de Educación y Salud (1937-1946, junto con Lúcio Costa, quien introdujo la arquitectura moderna en Brasil, Alfonso Reidy y el arquitecto paisajista Roberto Burle Marx. Edificio paradigmático al que Niemeyer, bajo la supervisión de Costa, le hizo cambios significativos, y con su propia visión, dice Nicolai Ouroussoff (The New York Times, 05/ 12/2012), doblo la altura de las columnas libres del piso bajo dándole al edificio un perfil mas esbelto, y puso el auditorio, que Le Corbusier había propuesto como un bloque separado, debajo del bloque de oficinas creando una composición urbana mas compacta. Con esta icónica obra Brasil emerge como un vibrante centro de experimentación en arquitectura, recuerda Ouroussoff, que la mas importante revista de la época, L'Architecture d'Aujourd'hui, se encargó de llevar a todas partes.Ya en Brasilia, Niemeyer extendió las cubiertas planas mas allá de las fachadas, solución adoptada en Cali a mediados del siglo XX, pese a sus recurrentes goteras, y pertinente para nuestro clima y paisaje, que lamentablemente han olvidados los que siguen y premian las penúltimas modas del mundo. Aquí, como en Panamá, Cartagena, Barranquilla, Caracas, Guayaquil o Manaos, y muchas otras ciudades nuestras, si que es cierto eso de que la arquitectura es el juego sabio, correcto y magnifico de los volúmenes, pero no bajo la luz, como lo dijo bellamente Le Corbusier, si no bajo la sombra, como propone acertadamente Espino. Además ni siquiera la Plaza de los tres poderes de Brasilia, por ser diseñada por Niemeyer deja de ser una plaza americana. Brasília, como antes Ajetatón, hoy Tell el-Amarna, la ciudad a la que Akenatón traslado la capital de Egipto en el siglo XIV a. C., o Machu Picchu construida a mediados del Siglo XV para la residencia de descanso de Pachacútec, primer emperador inca, o la San Petersburgo de Pedro el Grande, y la Washington que acordaron Thomas Jefferson, James Madison y Alexander Hamilton, ambas del siglo XVIII, es una ciudad planificada. Como lo fueron las cerca de trecientas ciudades que los españoles fundaron a inicios del siglo XVI en el Nuevo Mundo.
A lo largo de su Eje Monumental están los muy conocidos edificios de Niemeyer como el Teatro Nacional, la Catedral Metropolitana Nossa Senhora Aparecida, los dieciséis edificios para los Ministerios, algunos ampliados por él posteriormente; el Congreso Nacional, el Palácio do Planalto y el Supremo Tribunal Federal, que constituyen la Plaza de los tres poderes, y cerca el Palácio Itamaraty, donde funciona el Ministerio de Relaciones Exteriores; y, mas alejado, el Hotel Brasilia Palace, y en toda la punta de la península que se adentra en el lago, el Palácio da Alvorada, vivienda de los presidentes. Además de estos edificios iniciales, hoy están en la Explanada de los Ministerios la Biblioteca Nacional y el Museo Nacional tambien de su autoria. Al otro extremo está el Palacio do Buruti, donde funciona hoy el Gobierno del Distrito Federal, del arquitecto Mauro Esteves, y el Tribunal de Contas, del arquitecto Cesar Barney. También están las primeras supercuadras de Niemeyer y su equipo de colaboradores, en el que trabajaban los dos arquitectos mencionados. Todos son logrados ejemplos de esa arquitectura producto de la adaptación en Brasil de la arquitectura de Le Corbusier, y que llevó a que Brasília fuera declarada por la UNESCO en 1987 Patrimonio Cultural de la Humanidad, siendo la única ciudad del siglo XX que ha recibido este honor.
Pero Niemayer aclaraba que no quería cambiar la arquitectura: ”lo que quiero cambiar es esa sociedad de mierda” , dijo en una entrevista reciente, y a la pregunta de que qué pensaba de la vida, respondió: “Una mujer a tu lado y que Dios haga lo suyo”, y , de hecho, se volvió a casar hace cinco años. Por eso no es casualidad que Brasilia, levantada a partir de 1957, de Lucio Costa (la ciudad) y de Niemeyer y su equipo (sus principales edificios), esté en el Tercer Mundo junto con la mayoría de las ciudades modernas, como Chandigarh, en 1950, de Le Corbusier; Islamabad, en 1965, de Louis Khan; Abuja en Nigeria, y Dodoma en Tanzania, ambas de 1975, junto con Putrajaya, capital administrativa de Malasia, y Naypyidaw, la nueva capital de Birmania, hoy Myanmar, mas recientes. Ciudades en donde se pusieron en práctica masivamente el urbanismo y la arquitectura modernas como un atajo hacia la modernización de un país. Iniciativas "faraónicas" de importantes gobernantes, como Juscelino Kubitschek, que no solamente fue el gestor de Brasilia sino también de la modernización de Belo Horizonte, que pretendieron ciudades sin problemas asentadas en inmensas zonas verdes, propósitos que fueron arrollados cuando tuvieron éxito. Cuando no, como Camberra, capital de Australia, pese al bello y acertado plano de Walter Burleigh Griffin, colaborador de Wright, de 1913, no han pasado de ser curiosidades. De izquierda durante casi toda su vida, Niemeyer abandonó Brasil durante las dictaduras militares de los años 1960 y 70, y se le impidió trabajar en Estados Unidos durante buena parte de la guerra fría.
Es el último en morir de los arquitectos que sonríen; antes murieron Sir Geoffrey Bawa, en Sry Lanka, y Fernando Távora, en Portugal, y mucho antes José Antonio Coderch, quién nos advirtió que “no son genios lo que necesitamos ahora” (Domus, 11/ 1961), dejándonos un bello legado de ética y estética. Los deberíamos estudiar en lugar de engolosinarnos con la arquitectura dibujada de Zaha Hadid, pues con la escasísima construida de ella no queda mas que preguntarse para que sirven los premios Prizker como el que le dieron, político y oportunista, a diferencia de los anteriores a Glen Murcutt, Jorn Utzon, Alvaro Siza Viera y Niemeyer, uno de los primeros premiados con el que se considera el “Nobel” de la arquitectura (1988), y a quien le dieron muchos premios mas y es reconocido internacionalmente por haber hecho la primera arquitectura moderna con razgos nacionales como lo advirtió Spiro Kostof (Historia de la arquitectura, 1985 ). Sus curvas líricas y hedonistas, dice Ouroussoff, en el articulo mencionado, ayudaron a darle una forma distinta a una arquitectura nacional y una identidad moderna al Brasil, que rompen con su pasado colonial y barroco, y cuya influencia se extendió mas allá del país.
Hasta Cali, por ejemplo, en donde por esa época se construyó la mejor arquitectura domestica de Colombia, al tiempo que, debido a problemas en la Universidad del Valle, recuerda Jaime Aparicio, nuestro galardonadlo arquitecto y atleta, llevaron a que muchos arquitectos caleños terminaran o estudiaran en el exterior, como él mismo en Estados Unidos, y la mayoría en Brasil, como Carlos Silva, Tulio Isaza Borrero, Eduardo Umaña, Edgar Poso y los hermanos Ernesto y Roberto Patiño Barney. Y la Embajada de Colombia en Brasilia, la única del país diseñada a propósito, inaugurada en 1981, y que hoy se destaca en el sector de las embajadas de la ciudad, fue diseñada por el arquitecto caleño Cesar Barney Caldas, quien trabajo con Burle Marx, después de graduarse en Rio, diseñando jardines, antes de formar parte del equipo de Niemeyer responsable de los edificios públicos de la nueva capital, en donde aun sigue trabajando.
Muchos “regionalistas” iberoamericanos consideraron la arquitectura vernácula de sus lugares de trabajo, y concretamente su relación con sus características geográficas e históricas, y las incorporaron de diferentes maneras a su propia interpretación de lo moderno, alcanzando una autentica posmodernidad. Es el caso de Carlos Raúl Villanueva, Jesús Tenreiro o Gorka Dorronsoro en Venezuela, Álvaro Malo o Luis y Diego Oleas en Ecuador, Ricardo Porro en Cuba, Luis Barragán, Carlos Mijares y Francisco Serrano en México, Bruno Stagno en Costa Rica, Juvenal Baracco en Perú, Gustavo Medeiros en Bolivia, Severiano Porto o Luiz Paulo Conde en Brasil, y otros en Panamá, y el Caribe, y demás países Iberoamericanos a los que se a dedicado Ramón Gutiérrez (Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica, 1992) en este lado del ancho océano y José Ramón Moreno en el otro con su mirada atenta a la arquitectura latinoamericana. Desde luego que fueron antecedidos por Alvar Aalto quien influyó directamente a algunos de ellos como Fernando Martínez en Bogotá o Eladio Muñoz en Cali. Y por supuesto a Rogelio Salmona quien recién regresado al país, después de trabajar casi 10 años con Le Corbusier, escribió un muy mencionado articulo sobre un proyecto de concurso de Martínez, que fue toda una declaración de principios que guiarían su acertada obra posterior.
Son muchas las conjunciones de cliente y arquitecto que han dejado hitos de la arquitectura. Eusebi Güell y Antoni Gaudi. El doctor Dalsace y Pierre Chareau. El padre Couturier, el doctor Curutchet y Pierre y Eugenia Savoie y Le Corbusier. Edith Farnsworth y Ludwing Mies van der Rohe (pese al pleito). Harry Gullichsen y Alvar Aalto. Jonas Salk y Louis Kahn. Frank Lloyd Wrigth y Edgar Kaufmann, quien auspició por insinuación de su hijo esa obra maestra que es la Casa de la cascada. O cuando el arquitecto es su propio cliente como en los Taliesin de Wright, la casa en Muuratsalo de Aalto, la de cristal de Philip Johnson, las de Barragán y Salmona, y por supuesto la de Niemeyer. Pero nada como lo producido por la relación del Presidente Kubitschek con Niemeyer. Brasília, como antes Ajetatón, hoy Tell el-Amarna, la ciudad a la que Akenatón traslado la capital de Egipto en el siglo XIV a. C., o Machu Picchu construida a mediados del siglo XV para la residencia de descanso de Pachacútec, primer emperador inca, o la San Petersburgo de Pedro el Grande, y la Washington que acordaron Thomas Jefferson, James Madison y Alexander Hamilton, ambas del siglo XVIII, es una ciudad planificada. Como lo fueron de cierta manera las cerca de trecientas ciudades que los españoles fundaron a inicios del siglo XVI en el Nuevo Mundo.
Niemeyer, cuyo padre poseía un negocio de artes gráficas, y que estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Rio, en donde llamo la atención de su Decano, Lúcio Costa, está en la larga lista de los arquitectos que creyeron verdaderamente en el modernismo. De Le Corbusier y Mies van der Rohe a los que definieron la arquitectura de la post guerra a finales de 1940 y hasta entrado 1960, cuando Robert Venturi dejó en claro el fracaso de su vulgarización (Complejidad y contradicción en arquitectura, 1966). Para muchos, como el arquitecto Willy Drews, dos veces Decano de Arquitectura de la Universidad de los Andes de Bogotá, con la muerte Niemeyer estamos enterrando el Movimiento Moderno en Arquitectura, y, como dice él, los arquitectos de su generación, y la siguiente, y aun mas jóvenes, como Sabina Cárdenas, Directora del Programa de Arquitectura de la Javeriana de Cali, nos sentimos huérfanos, pues su sensualidad capturo la imaginación de generaciones de arquitectos alrededor del mundo, dice Nicolai Ouroussoff.
La arquitecta Silvana Codina recuerda de Niemeyer, con quien compartió sueños para la ciudad de Rosario (Diario Clarín, 06/12/2012), repetía que "la vida es más importante que la arquitectura", y, haciendo honor a esa frase, le dijo en su última reunión: “saben que estuve internado en terapia intensiva muchos días y él (señalando a un muchacho) era mi enfermero y músico, entonces compusimos una canción, una canción que quería compartirles hoy, por eso lo invité, para que se las cante. La letra es mía.” La canción hablaba de un joven carioca que bajaba del morro a la playa, feliz y simple, con una remera a rayas…, terminada la canción, hablaron de arquitectura, en la que trabajó hasta el final con el convencimiento de que la forma no sigue la función, como estableció Louis Sullivan (1856 -1924), sino a la belleza. Y el hecho, dice Ouroussoff, es que una joven generación mira de nuevo su trabajo intrigada por la consistencia de su visión y su habilidad para lograr efectos voluptuosos a escala heroica, como se puede apreciar en sus últimos edificios en Brasilia. Pero otros no ya tan jóvenes apreciamos sobre todo su independencia…para ser consistente con un clima, un paisaje y unas tradiciones, pues la arquitectura si que es importante para la vida, como lo demuestra Paul Godberger, (Why architecture matters, 2009). Niemeyer al parecer últimamente decía que "tener más de 100 años es una mierda", y sin duda tenia aun mucho que hacer.
Cuando Roberto Burle Marx mostró en la Universidad de los Andes sus jardines, incluyendo unos para Niemeyer, y Salmona alabó su belleza y preguntó como hacia con esas casas (que poco le gustaban), simplemente contestó que a él si. ¿Les habrían gustado los jardines y casas de Sir Geoffrey Bawa? Pero a Lúcio Costa si le gustó lo que Niemeyer hacia. Es decir, fue un caso similar al de Eduardo Soto de Moura (Pritzker 2011) con Alvaro Siza (Pritzker 1992), en Oporto, Portugal, y de este con Tavora (a quien le han debido dar el Premio Pritzker, como a Salmona). Niemeyer (Prizker 1988) dejó seguidores por todas partes, incluyendo a los que les gusta mas su actitud que sus casas. Como dijo Dilma Rousseff, “pocos soñaron tan intensamente ni se comprometieron tanto como él”. Mas que Pele, Chico Buarque, Santos Dumont, la chica de Ipanema, Doña Flor, sus dos maridos, Amado, claro está, y las bellísimas bachianas de Villa-Lobos, para hablar de unos pocos de los brasileros ilustres mas conocidos. Como también Juscelino Kubitschek, gestor de Brasilia y antes de la modernización de Belo Horizonte, con Niemeyer por supuesto. Diseñada por el ingeniero Aarão Reis entre 1894 y 1897, es la primera ciudad planificada de Brasil, y muy cerca, en Pampulha, Niemeyer dejó la Capilla de San Francisco de Asís, con alicatados de Portinari y jardines de Burle Marx.
Con edificios por todo Brasil, y en Francia, Alemania, Argelia, Italia, Israel y Estados Unidos, su obra, extensa como la de Frank Lloyd Wright allá, solo es comparable a la de Sinán en la Turquía del siglo XVI. Está sobre todo en el Planalto Central de Brasil, en Brasilia, en el Eje Monumental del llamado Plano Piloto: unos cincuenta grandes e importantes edificios relacionados entre si, pero entre los cuales es arduo caminar no tanto por la distancia como por la falta de animación urbana. Y ni siquiera el barón Haussmann lo pudo hacer mas rápido en Paris, y el que la ciudad fuera concebida como si el terreno fuera plano trajo sus consecuencias, como el quiebre arbitrario a se vieron obligados los constructores en los locales comerciales en las calles con pendiente de las supercuadras, concebidos por Niemeyer como larguísimas y bellas estoas. Y cambios necesarios ahora, como pasar los carros por debajo de la Plaza de los Tres Poderes, no se pueden hacer pues lo impide la declaración de Patrimonio de la Humanidad del Plano Piloto. Y si bien la mayoría de los últimos edificios diseñados por él allí conservan la estética inicial, perdieron los filtros a través de los cuales puede pasar el aire mientras unas pantallas repelen el calor y la luz deslumbrante, de que habla William J. R. Curtis (El País, Madrid, 06,12/ 2012). Constructor de un mundo pasado, lo llama, e incoherente ideológicamente, pero que deja un universo creativo que probablemente influirá durante mucho tiempo a otros en el futuro. No en Abu Dabi, diseñada por Sir Norman Foster (Prizker 1999), ni por supuesto en las ciudades satélites de Brasilia, peores que Cali, que es mucho decir.
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