Vida Nueva
Por Héctor De los Ríos L.
En la Palabra de Dios que la Iglesia nos ofrece en este domingo, brilla con fuerza la imagen de la familia. Dios, que es familia, quiere que nosotros sus hijos reproduzcamos en nuestras relaciones su misma imagen, basada en el amor. Y esto, comenzando en nuestras propias familias.
La página del Evangelio, tomada del capitulo segundo 41-52 de san Lucas nos narra el hecho de la pérdida del Niño Jesús y el encuentro en medio de los Doctores de la ley. En el ambiente de tanta violencia intrafamiliar, como la que existe en nuestra sociedad, es importante mirar hoy al hogar de Nazaret y ver la dulzura y la paciencia como José y María afrontaron el hecho de la pérdida de su hijo. José dejó que fuera el corazón de la madre quien hablara para llamar la atención de su hijo, y Ella solamente se limitó a decir: “Hijo, mira que tu padre y yo andábamos apenados buscándote”. En la familia de Nazaret, en sus relaciones, encontramos la imagen más cercana de la Familia Trinitaria y el modelo humano más perfecto a seguir.
En el año de la fe recordamos que es en “la familia donde se fragua el futuro de la humanidad” y que “”la Eucaristía crea comunión y educa a la comunión”. Lo que podemos interpretar como una invitación a mantener siempre la unidad en torno a la familia que se alimenta de la Eucaristía.
El Hijo de Dios se convierte en miembro de una familia humana. Este acontecimiento tiene que llegar hasta cada uno de nuestros hogares para entender el valor de la vida, del respeto, la comprensión y sobre todo el diálogo que mantendrá la unidad del hogar.