Vida Nueva
Por Héctor De los Ríos L
Tiene sentido celebrar el Domingo de Ramos si estamos dispuestos a perseverar con esas mismas palmas hasta el Domingo de la Resurrección, recorriendo la procesión que pasa por el triduo pascual, aprendiendo que la verdadera palma de la victoria es la de la Cruz. Comenzamos así la Semana Santa.
En este Domingo de Ramos “en la Pasión del Señor” nos ofrece un abundante banquete de la Palabra. La liturgia nos propone la “procesión de los ramos”, en la cual se proclama el pasaje de la entrada de Jesús en el Templo, según al versión de Lucas 19,37-40. Luego, en la Eucaristía, se proclama la Pasión de Jesús según san Lucas. Los invitamos a degustar estos pasajes.
El evangelista Lucas nos dice con qué palabras se expresaba la alabanza de los discípulos: “¡Bendito el Rey que viene / en nombre del Señor! / Paz en el cielo y gloria en las alturas.” En realidad esto no hace más que interpretar el sentido genuino del saludo, el cual en principio era dirigido al rey, en los tiempos de la monarquía, cuando él se aproximaba al Templo para hacer la oración. Para los tiempos mesiánicos Zacarías 9,9 había profetizado: “¡Exulta sin freno, hija de Sión, / grita de alegría, hija de Jerusalén! / He aquí que viene a ti tu rey. Durante el viaje a Jerusalén, Jesús había profetizado que el pueblo de Jerusalén cantaría el “Bendito el que viene…” Las suyas son las primeras voces de un canto que debe abarcar a Jerusalén y al mundo entero.
Semana Santa no es un espectáculo para contemplar sino un acontecimiento para vivir. El primer paso es asumirlo como propio. No somos espectadores sino actores en Jesús del drama de la salvación. La vida del cristiano con sus triunfos y derrotas, con sus amarguras y sus gozos debe vivirse como una presencia de la pasión del Señor en su vida. Necesariamente pasamos por esas fases: pasión, muerte y Resurrección. Vivámosla así intensamente desde este domingo.