Por Andrey López
Para las personas que viven en Ciudad Jardín, tienen un campero blindado y con vidrios oscuros, que llega a su empresa la cual queda bastante cerca de su residencia y es recibido por el calor de sus trabajadores; les queda bastante fácil decir que las cosas están bien, sus vías son reparadas rápidamente, cuando se dañan los semáforos siempre están ahí dos o tres guardas de tránsito controlando el tráfico, hay cámaras de vigilancia y patrullas de policía rondando en todo momento; los jardines públicos son constantemente podados y arreglados, no hay cuerdas eléctricas que puedan ser afectadas por las impredecibles fuerzas de la naturaleza en esta ciudad.
Pero en otra parte de la ciudad se vive la otra cara de la moneda es un paraíso de los saboteadores que lo único que tienen que hacer es causar daño en instalaciones eléctricas o cualquier otra cosa que se pueda dañar; las plagas que parecen incontrolables, cada dos o tres meses pasa un carro lanzando un pestilente veneno que sin previo aviso daña el almuerzo de las señoras que cocinan; jóvenes desorientados que montan guardia en las esquinas de sus barrios, sin acceso ni ganas a la educación porque en sus barrios sólo hay liceos de bajo nivel académico; semáforos dañados por semanas y sin guardas o reguladores de tránsito que controlen a los conductores que son llamados a la anarquía, los vehículos más grandes controlan las vías y los peatones arriesgan sus vidas para poder cruzar a comprar el pan; las calles que nunca han sido arregladas o pavimentadas se convierten en las únicas vías de acceso para los que deben salir o entrar del distrito porque las calles que se están arreglando nunca van a terminar, años algunas, meses otras, pero parece no tener fin y más cuando una calle a medio construir se abandona para destruir otro tramo de vía que va a tener el mismo destino: el olvido, el mismo olvido que tiene el Distrito de Aguablanca, que ni siquiera tiene fuerzas para pelear, para gritar, para hacer sentir su indignación, ya su resignación tiene el mismo nivel que su moral y su fe para con el gobierno local.
Este es el distrito olvidado, la otra cara de la ciudad, víctima no de la delincuencia ni de los bajos ingresos de los humildes trabajadores, sino de la negligencia de los gobiernos; un distrito asesinado por el olvido, abandonado como un bebé en una bolsa de basura en un caño, secuestrado y encerrado por una muralla de vías destruidas por contratistas que rara vez aparecen para tomar fotos; esclavizados por el bajo nivel educativo y condenado perpetuamente a ser señalado como la vileza y el hazmerreír de la ciudad; un distrito tan abandonado que no es necesario tomar fotografías para incluir en este artículo, ya que usted podrá verlo en vivo cuando se le antoje, ya que al parecer las cosas seguirán así durante mucho tiempo.