Por Juan E. Marchant Triana
Si bien es cierto que el Jarillón CVC ha evitado las inundaciones del río Cauca, este millonario proyecto, con tecnología agrícola y al tiempo en forma irresponsable, abrió las compuertas a la urbanización desbordada en el Distrito de Aguablanca. Es torpe pensar que evitar la inundación de un terreno es el único factor que lo habilita para usos urbanos. Se permitió urbanizar terrenos blandos agrícolas que se inundaban, pertenecientes a la llanura aluvial susceptibles de licuación y al corrimiento lateral. No se han cumplido las normas sobre sismo-resistencia que requieren las construcciones en estos terrenos especiales. Se urbanizó por debajo del nivel medio del río Cauca y aparecieron los canales de aguas servidas y las gigantescas estaciones de bombeo de aguas funcionan 24 horas al día y a perpetuidad. Estos factores apuntan a que esta extensa zona no era apta para el desarrollo urbano.
Sistemáticamente y en forma mentirosa las autoridades señalan la responsabilidad de lo sucedido a supuestas “invasiones” para disfrazar su participación en los negociados de la tierra. El crecimiento fue hecho “a retazos” en terrenos no urbanizables. Los altísimos costos de servicios públicos, vías y servicios comunales que asumieron el Municipio y Emcali son incompatibles con la vivienda de interés social. De tal forma que la valorización, al convertir tierras agrícolas en urbanizaciones, fue un gran negociado para sus propietarios. Además, la figura de la plusvalía en ningún momento se hizo presente. Todo este proceso bajo la mirada cómplice de las mal llamadas “autoridades”.
Hoy queda un remanente en el corregimiento de Navarro, en uso agrícola sin urbanizar, también conocido como los ejidos de Meléndez. Estos ejidos, en terrenos inundables, fueron asignados en su momento para pastoreo y de ninguna manera para vivienda. Sabemos por experiencia que urbanizar el valle geográfico es un error económico y un delito ecológico. El Municipio debería englobar estos terrenos remanentes para conservar y garantizar su verdadera vocación que es la agrícola. De hecho, no habrá viviendas. Los terrenos se podrían adjudicar en comodato por medio de concursos públicos a instituciones sin ánimo de lucro, para promover granjas destinadas a la agricultura intensiva.
Aguablanca se convirtió en un gigantesco lastre urbano y social para Cali. Hoy no queremos ver el “desparrame” urbano en Candelaria a orillas del río Cauca, que
se está convirtiendo en otro gigantesco Aguablanca, repitiendo todos sus errores.
Las 400.000 familias inducidas a vivir en Aguablanca hubieran podido, y las miles que están llegando a Cali, podrían gozar de mejor calidad de vida si habitaran en las ciudades intermedias que contempla el proyecto “Cali y la Region de Ciudades”.