Por: Ana María Valencia
Muchos de nosotros hemos querido hacer la diferencia en algún momento de la vida, ya fuera frente alguna situación personal, familiar, laboral o incluso en aquellas ocasiones donde vemos el panorama oscuro, preocupante y deseamos hacer algo diferente que cambie el rumbo.
Independiente de la cantidad de ideas que pueden ocurrírsenos en medio de estas situaciones, lo importante es tomar la iniciativa, concentrarse en el objetivo y ¡CONFIAR! Confiar en ese instinto creado por Dios en nosotros. Saber discernir entre tantas voces del exterior, entre los intereses personales y los colectivos; Alejarse de la egolatría y enfocarse en esa voz interior que avisa con fuerza aquella nueva idea y ver con claridad hacia donde nos lleva.
Quiero compartir una historia que conocí esta semana:
“El mono japonés, Macaca Fuscata, ha sido observado y documentado por más de 30 años. En 1952, en la isla de Koshima, los científicos les proveían a los monos con patatas dulces dejadas caer en la arena. A los monos les gustaba el sabor de las patatas dulces crudas, pero hallaban la arena desagradable.
Una hembra de 18 meses de nombre Imo descubrió que podía resolver el problema lavando las patatas en una quebrada cercana. Ella le enseñó este truco a su madre. Sus compañeros de juego también aprendieron esta nueva manera y los enseñaron a sus madres, también.
Esta innovación cultural fue gradualmente adoptada por varios monos frente a los ojos de los científicos. Entre 1952 y 1958, todos los monos jóvenes aprendieron a lavar las patatas dulces arenosas para hacerlas más paladeables. Sólo los adultos que imitaron a sus hijos aprendieron esta mejora social. Otros adultos siguieron comiendo las patatas dulces pero sucias.
Entonces algo sorprendente ocurrió. En el otoño de 1958, un cierto número de monos de Koshima estaban lavando las patatas dulces -no se conoce el número exacto. Supongamos que cuando el sol salió una mañana había 99 monos en la Isla de Koshima que habían aprendido a lavar sus patatas dulces. Asumamos también que más tarde esa mañana, el centésimo mono aprendió a lavar patatas. !Entonces ocurrió!
Para la siguiente tarde, casi todos en la tribu estaban lavando las patatas dulces antes de comerlas. La energía adicional de este centésimo mono, de alguna manera, ¡creó una brecha ideológica!
Pero observen. Lo más sorprendente que notaron los científicos fue que el hábito de lavar las patatas dulces se propagó espontáneamente al otro lado del mar -¡colonias de monos en otras islas y en tierra firme en Takasakiyama comenzaron a lavar sus patatas dulces!”
Esta historia, salió de una investigación científica, pero nos permite también encontrar que, el mono actuó por instinto, simplemente quería comer aquello que tanto deseaba, ¡pero limpio! No quiso conformarse. Un solo mono logró infundir cambios positivos para sí mismo y para los que lo rodeaban. Que en últimas termina siendo una acción por el Bienestar colectivo. Si esto es capaz de lograrlo un mono, cuanto podremos lograr los seres humanos que contamos con la capacidad de discernir y elegir. Contamos con la compañía permanente del Espíritu Santo, es esa sensación de no sentirnos solos que toca nuestro corazón fuertemente cuando le necesitamos. Aquello que llamamos “corazonadas”, hacen parte de nuestro instinto humano y pueden ser fuertes ideas que nos permitirán hacer la diferencia y cambiar el rumbo frente a las diferentes situaciones que nos agobian por nuestro camino en la vida.