
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle, y Profesor Titular (Jubilado) de la misma. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá, e Isthmus Norte, en Chihuahua. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.
El término olor indica tanto su impresión en el olfato, como lo que lo produce, y son varios los factores psicológicos que pueden intervenir en su percepción. Se genera por una mezcla compleja de gases, vapores y polvo, cuya composición influye en el tipo de olor percibido. Los términos fragancia y aroma son usados principalmente para olores placenteros, como el de los perfumes o ciertas hierbas, mientras fétido es uno intenso y desagradable, o hasta repugnante, y pestilente si es malo para la salud.
Debido su componente subjetivo y la dificultad de discernir entre olores “agradables” o “desagradables” no es fácil determinar con precisión cuándo se traspasa el umbral de lo admisible, ni como disponer unos máximos de tolerancia. Sin embargo la “olfatometría”, una técnica para determinar el grado de molestia que ocasionan ciertos olores a la población, si permite abordar el problema de la contaminación ambiental causada por olores pestilentes.
Otra forma de caracterizar los olores es asociarlos a sus descripciones populares y es bastante útil para caracterizar olores muy diferentes. Por ejemplo olor "a flores", "a tierra mojada", “a encierro”, “a húmedo”, “a guardado”, “a sucio”, “a pino”, “a limpio”, “a iglesia” mas los usuales de las cocinas. Diferencias que son comparativamente fáciles de comprobar y que sirven para caracterizar ciertos olores propios de los edificios y los espacios urbanos.
Por otra parte, en el ser humano hay diferentes receptores nerviosos que transforman los distintos tipos de estímulos del exterior en informaciones susceptibles de ser interpretadas por el cerebro, denominado sentido del tacto, que se hallan principalmente en la piel, sobre todo en las manos y pies. Precisamente los que tienen contacto directo con los edificios y espacios urbanos al tocarlos permanentemente, mientras que la temperatura y humedad del ambiente se percibe con toda la piel aun detrás de los vestidos.
Además se debe tener en cuenta que aunque principalmente el sentido del tacto se localiza en la piel, también se encuentra en las terminaciones nerviosas internas del organismo, pudiendo percibir los altos cambios de temperatura por ejemplo al respirar dentro los diferentes recintos de un edificio. En resumen, el tacto es el más importante de los cinco sentidos pues percibe los riesgos para la salud tanto internos como externos.
El ser humano puede vivir ciego, sordo y carecer de gusto y olfato, pero no sobrevivir sin las funciones que desempeña la piel. El tacto afecta a todo el organismo, así como a la cultura en medio de la cual éste vive y a los individuos con los que se pone en contacto. Pero es difícil de investigar pues a diferencia de los demás sentidos no tiene un órgano clave que pueda ser estudiado, si no que es la piel, la que se extiende por todo el cuerpo.
Pero todo esto lo ignoran ahora los arquitectos incluyendo jurados de premios, bienales y concursos. Será por eso que Frank Gehry dijo en una conferencia de prensa en Oviedo, después de serle entregado el premio Príncipe de Asturias, que el 98% de la arquitectura moderna es "pura mierda" (Abt Sebastian <sabt@gmx.ch>) y la verdad es que huele como a un arrepentimiento: no es sino tratar de tocar sus edificios en Bilbao o Panamá. Por lo pronto, todos deberían leer Los ojos de la piel, 1996, de Juhani Pallasmaa.