Por Luz B. Jiménez/Pablo Borrero
La construcción de las 21 Megaobras se ha considerado al decir de sus planificadores, diseñadores y ejecutores como la mejor y única alternativa de solución para sacar a Cali del atraso vial en que se encontraba. La motivación expuesta por la administración municipal para su aprobación en el Concejo de la ciudad se fundamentó en la necesidad de mejorar e incrementar la movilidad del tránsito automotor, obstaculizada por los trancones y el estrechamiento de las vías que hacían casi imposible la fluidez del tránsito. Igualmente se dijo que con la construcción de las obras se dinamizaría la economía local, generándose nuevos puestos de trabajo, lo que redundaría en beneficio de los caleños, en una metrópoli en donde han crecido el desempleo y la informalidad laboral. Por último se dijo que una vez construidas las obras, Cali ofrecería nuevas y mejores condiciones de vida a sus habitantes y de competitividad en materia turística, comercial y de la economía de servicios. Ahora que han pasado más de 6 años de haberse construido parte de las obras es necesario hacer el balance de las mismas, partiendo de la realidad que ha llevado a los caleños a preguntarse sí valió la pena realizar dicho esfuerzo económico y financiero, que si bien es cierto le está cambiando el aspecto a algunos sectores de la ciudad, no satisface por entero las expectativas creadas inicialmente por cuenta de la administración municipal en relación con los objetivos y fines propuestos inicialmente.
En este caso no se trata desde luego de criticar por criticar la conveniencia ó no del mencionado plan de obras, si no de examinar objetivamente con base en los resultados, sí se cumplieron ó no algunos de los objetivos y motivaciones en que se fundamentaron tanto su aprobación como ejecución posterior, como también determinar quien ó quienes continúan beneficiándose con su construcción.
La construcción del denominado “túnel” de la Avenida Colombia no resolvió ni siquiera parcialmente el trancón que se forma
En primer lugar, debemos decir que la construcción del denominado “túnel” de la Avenida Colombia no resolvió ni siquiera parcialmente el trancón que se forma con el entrecruzamiento vehicular a la altura del hotel Intercontinental ni mejoró sustancialmente la movilidad en el sector y más bien generó un embotellamiento colosal, que se hace más evidente en las horas “pico” de la mañana y tarde, además de que aisló el oeste del centro de la ciudad al cual no se puede entrar si no después de hacer varios “rodeos” que demandan mayor tiempo y espacio de recorrido, cuando de lo que se trataba era de garantizar la movilidad, construyendo un proyecto vial que permitiera el tráfico vehicular por encima y por debajo del Boulevar con el fin de agilizar el tráfico proveniente del Norte, Oeste, centro y viceversa. Esto sin contar con el hecho insólito de que no se instaló el sistema de bombeo previsto de antemano con la construcción de la obra. Así las cosas, una obra que se planificó en estas condiciones muy poco será lo que servirá para aliviar la congestión que se forma en este sector crítico de la ciudad.
Como ésta, la denominada Plazoleta de la Caleñidad hoy Jairo Varela, construida con el propósito loable de convertir dicho espacio en un lugar de encuentro de los caleños, adolece en buena parte de varias deficiencias de carácter arquitectónico y urbanístico para el cumplimiento de tal fin, en tanto que sus constructores no previeron la forma de resguardar a los transeúntes del sol ni de la lluvia ni bancas para sentarse a descansar y disfrutar del panorama, amén de que su función principal en este momento se ha reducido a prestar servicios comerciales y de parqueo en los sótanos de la edificación.
Igualmente resultan muy cuestionables las prácticas derivadas de la falta de ejecución de las obras que como la de la Circunvalación lleva un retraso de tres años, frente a la cual los funcionarios de infraestructura vial y valorización responden con evasivas ante el hecho de no haber previsto lo que era previsible, consistente en la adquisición previa de los terrenos para la construcción de la vía, a fin de no tener posteriormente que suspender su ejecución.
En cuanto a la construcción de algunas instituciones educativas no puede pasarse por alto lo ocurrido con la construcción del Colegio Eustaquio Palacios, cuya edificación está paralizada después de demoler la construcción en donde funcionaba la escuela Juana de Caycedo y Cuero.
Existen dos obras de gran impacto social relacionadas con la edificación de la Ciudadela Nueva Latir que se construyó en parte con recursos de valorización, EMCALI y la Nación, que debe destacarse como una verdadera obra ligada al progreso de la ciudad, al igual que la construcción parcial de los 250.000 mts2 de reposición y mantenimiento de malla vial en algunos barrios de la ciudad la cual debió extenderse prioritariamente a otros barrios y sectores en donde las vías en pésimo estado compiten con las trochas de antaño.
En segundo lugar dentro del balance general es menester referirse no solo a los sobrecostos, mal llamados costos adicionales generados por la deficiente planeación de las obras y el incumplimiento de los contratistas, si no por el impacto social que han causado a un número apreciable de pequeños y medianos propietarios y poseedores de predios y comercios, que no han podido pagar la contribución de valorización debido a la precariedad de sus negocios y el empobrecimiento que vienen sufriendo por el estado de la economía local, al tiempo que corren el riesgo de perder sus predios generándose un nuevo desplazamiento interurbano de graves consecuencias sociales y urbanísticas, creadas en buena parte por la decisión gubernamental de exigir el cobro de la contribución por Beneficio General, para bajar el valor del gravamen en favor de aquellos propietarios cuyos predios no solo pagaron menos de lo exigido por la ley si no que además no les cobraron la plusvalía, no obstante ser los más beneficiados con la construcción de dichas obras. De esta forma la contribución de valorización que debió ser pagada exclusivamente por dichos propietarios y poseedores que recibieron un beneficio económico de sus predios como es el caso de la construcción del Banco de Bogotá, lotes de “engorde” y el predio de los antiguos Cinemas sobre el Boulevar, terminó siendo pagada por todos y cada uno de los propietarios y poseedores que no recibieron un beneficio económico directo ni por reflejo con la construcción de las citadas obras.
Algunas de las obras construidas en el sur de la ciudad reciben constantemente críticas de sus habitantes relacionadas con la demora en la terminación de las obras, la inexistencia de puentes peatonales, la inseguridad, etc., que demuestran una vez más la improvisación e imprevisión con que se ha dirigido y manejado su desarrollo, cuyo mantenimiento tampoco parece estar previsto dentro de los planes y políticas de la administración municipal.
Finalmente, los ciudadanos son conscientes de que la ciudad esta expuesta a padecer los mismos males con la construcción de la 2da fase de las obras y de soportar las consecuencias negativas que conllevan los procesos de urbanización, construcción y reconstrucción de la ciudad, que en nombre de un falso progreso urbanístico y de modernización, no logra transformar a Cali en una ciudad más amable y vivible en medio de la congestión vehicular, la polución, la contaminación visual y el deterioro de su memoria histórica, arquitectónica, social y cultural, dirigida por una alianza público-privada integrada por contratistas del Estado, negociantes de propiedad raíz, urbanizadores, que obtienen con el negocio de la construcción y valorización de sus predios pingues ganancias a costa de los bolsillos de los caleños que pagan sus impuestos, contribuciones, tasas, etc., para el beneplácito de unos privilegiados.
El Control Ciudadano Sobre la Gestión Pública es Condición Indispensable para el Ejercicio de la Democracia y la Convivencia Social