Por: Emilio Escobar Gutiérrez
El agua… precioso líquido que ha sido considerado siempre por el hombre como elemento esencial para su vida y desarrollo. Forma parte mayoritaria de la composición de su organismo y le ofrece una riqueza invaluable como agente vital para la existencia de otros seres vivos que conforman su fuente alimenticia. La expansión del género humano se hizo realidad con la utilización del agua como medio de subsistencia y por ello, los asentamientos que permitieron su procreación y crecimiento de núcleos poblacionales, se desarrollaron necesariamente en las vecindades de manantiales, arroyos, pozos naturales, ríos y mares.
El hombre aprendió a valorar, respetar y compartir este vital elemento y, al conformarse los mecanismos de gobierno y administración de las nacientes comunidades, se constituyó, como un derecho fundamental, su libre utilización y disposición. Este principio ha traspasado los siglos pero, a pesar de eso, hoy es letra muerta porque la preservación y calidad del agua se ve amenazada por influjo de la industrialización, el desmesurado crecimiento de la población y el mal uso que nuestra especie ha hecho de la naturaleza, razón por la cual ésta nos está pasando su cuenta de cobro y se vislumbra un gris futuro en el horizonte. El calentamiento global, la alta toxicidad en ríos y mares que contaminan las formas de vida que de ellos dependen, se constituyen en una gran amenaza para la continuidad de los seres vivos que hoy habitan nuestro planeta.
Ante estos hechos, las organizaciones mundiales de control de la salud y desarrollo humano, o como en nuestro caso colombiano, el Comité Nacional de Defensa del Agua y la Vida, han prendido todas las alarmas para tratar de prevenir catástrofes de enormes dimensiones. Por ello, Kofi Annan, cuando se desempeñaba como Secretario de la ONU, expresó: “El acceso al agua es una necesidad fundamental del ser humano y un derecho básico. El agua contaminada pone en riesgo la salud física y social de las personas, además de constituir una ofensa para la dignidad humana”.
Es lamentable que nuestras administraciones gubernamentales y ambientales no hayan prestado la atención necesaria a la preservación del recurso hídrico, permitiendo talas de bosques, minería criminal y asentamientos humanos subnormales en las cabeceras de nuestros ríos, ahogando sus cauces en su paso por nuestras poblaciones con muros y obstáculos de concreto, en cumplimiento de un equívoco desarrollo urbano, ajeno al reclamo de la naturaleza.
La historia ha sido pródiga en la relación de casos en los cuales el agua ha sido protagonista de disímiles situaciones, como las apariciones milagrosas de lluvias, arroyos o fuentes hídricas en la ruta de quienes estaban a punto de morir por deshidratación, o la ocurrencia de desastres como el diluvio universal citado en la Biblia, avalanchas, aludes, crecientes y maremotos que han destruido grandes conglomerados humanos… Así, el agua ha sido y seguirá siendo… Bendición o Castigo para la humanidad.