Carlos Armando Cuervo Jiménez
Emprendedor y empresario con formación en Ingeniería Industrial
Para los griegos era Fobos (dios del pánico), en Roma era Timor (dios del terror); ahora es una mezcla de los dos y se llama pandemia por Corona-Virus.
Este virus representa en general para la comunidad el pánico y el terror a lo desconocido, aunque para algunos facultativos solo representa un nuevo virus de gripa, el cual en pocos casos se deriva en una infección pulmonar que produce neumonía.
En estos últimos días he escuchado frases como: es altamente contagioso, solo es otra cepa de gripe y la exposición mediática es excepcional con tendencia a la exageración, su nivel de mortalidad es muy bajo, la vacuna tardará meses, su crecimiento de contagio exponencial llevará al sistema de salud al colapso, es sumamente virulento con la población mayor de 65 años, no ataca a los menores de diez años, es solo una nueva arma del fascismo para inculcar terror y eliminar nuestros derechos, es parte de la guerra económica entre China y USA y así hay otras expresiones carnavalescas sobre un asunto que requiere un mínimo de atención, de cuidado y de responsabilidad social.

Citas inconclusas, muchas especulaciones e información inverosímil son el origen de la mayoría de estas afirmaciones.
Lo que sabemos hasta ahora es: se originó en Wuham, parecía inofensivo pero su alto índice de contagió lo convirtió en un severo problema de salud pública, su fuente es el mercado de comida exótica o quizás el laboratorio de estudios bacteriológicos de Wuhan por un descuido de las rutinas de seguridad bilógica.
Su nivel de contagio supera a otras cepas virales de influenza y gripa y crece exponencialmente, y ahí es donde verdaderamente radica su peligrosidad, porque al infectar a tantas personas en tan corto tiempo colapsa los servicios de emergencia y de unidades de cuidados intermedios e intensivos por la necesidad de respiración asistida para los enfermos graves. El porcentaje de infectados que requiere atención especializada es del 5%, así que si la tasa de contagios es muy alta ese 5% se convierte en una cifra imposible de manejar para ningún sistema de salud por organizado que sea.
De ahí que no son los estados y las organizaciones de salud quienes tienen la primera obligación en la contención del virus, somos cada uno de nosotros, siempre y cuando nos remitamos a atender unos mínimos protocolos de autocuidado con nosotros y los demás.
El lavado de manos, el evitar sitios muy concurridos, el usar tapabocas si se sospecha de cualquier contagio, el aislamiento preventivo son las reglas a seguir para detener el acelerado contagio.
Los italianos los desoyeron, los chismes y la desinformación subestimando al vacilo tuvieron más eco y miremos a donde llegaron. Si las imágenes de sus ciudades fantasmales y la cancelación de las comunicaciones por aire con este país no son suficiente advertencia, merecemos igual o peor suerte.
Los chinos desde el jueves 12 están reportando una caída vertiginosa en los contagios hasta ya un mínimo de 15 contagios en ese día, lo que comprueba que las medidas adoptadas por esa nación han sido exitosas. Así estas medidas excepcionales hayan sido muy severas como el aislamiento forzoso de ciudades y las restricciones a la movilidad, fórmula para detener la expansión de la enfermedad.
Occidente está aprendiendo también con este caso que un simple virus puede derrumbar la economía mundial y diezmar a la población global.
Finalmente en esta etapa de contención es en donde la confusión asociada a la desinformación y la negación pueden ser muy dañinos, ignorar un problema de salud pública mundial es tonto y solo contribuye a agravarlo. De nosotros dependerá que se pueda manejar como muchas otras amenazas a la salud.