Carlos Enrique Botero Restrepo
Un refrán popular dice que tener casa no es la mayor de las riquezas pero no tenerla sí es la peor de las pobrezas. Esa idea, de profundo arraigo en la mayoría de la población, ilustra de manera indiscutible el peso que tiene en nuestra sociedad el ser propietario de algún bien raíz que se constituye en el principal componente del patrimonio familiar en Colombia y en países de características sociales y culturales similares.
Cuando se recorre a Cali, ciudad de inmigrantes, se puede interpretar la febril actividad de construcción individual –no la de los proyectos masivos de las grandes compañías constructoras-como una ratificación cotidiana de lo que significa el refrán de marras.
El creciente número de casas que se han ido transformando en el transcurso de pocos años para convertirse en bifamiliares, trifamiliares y multifamiliares.
Habría que cuantificar barrio por barrio el creciente número de casas que se han ido transformando en el transcurso de pocos años para convertirse en bifamiliares, trifamiliares y multifamiliares. Ese proceso se denomina de densificación espontánea, adelantado predio a predio, legal o informalmente, con resultados que nadie ha medido en lo que se puede reconocer como positivo –la densificación misma- y en lo negativo: condiciones estructurales dudosas, sin consideración de códigos de resistencia sísmica, saturación de redes de alcantarillado, conexión de aguas negras al alcantarillado de aguas lluvias, disminución paulatina de presión de la red de acueducto. Se trata de un proceso casi generalizado, sin diferencias de estratos socio-económicos, que se contrapone a los que hacen parte de proyectos de mayor vuelo y cobertura, como los que Cali está próximo a registrar con la aplicación del tratamiento de renovación urbana, empezando por Ciudad Paraíso.
Resulta más que interesante registrar que en los próximos tres o cuatro años se perfilará en la ciudad el resultado de la combinación de esta variedad de líneas de densificación urbana, la espontánea puntual predio a predio y la planificada de los proyectos de renovación. En ambos casos las variables financiera y rentística serán las que sigan definiendo la magnitud de las intervenciones. La primera línea con inversiones progresivas y según se disponga de fondos para avanzar poco a poco hasta coronar la meta; la segunda con la asociación de capitales locales y extranjeros que pueden aterrizar cuando se den condiciones para hacer de la operación de renovación urbana un negocio que justifique la inversión.
Aunque se puede apostar por una ciudad que mediante la densificación combinada, puntual y de gran escala, genere condiciones suficientes para su sostenibilidad y su estructuración urbana verdaderamente desarrollada, Cali tendrá que revisar las normas que se desprenden del POT modelo 2014 –o la falta de normas- para hacer de aquella un instrumento y no una aventura que siga alentando la informalidad y acrecentando los riesgos de la mala construcción informal.
Una nota de reflexión: Con la sola densificación moderada que convierte viviendas unifamiliares en bifamiliares y la utilización de los más de 20.000 predios urbanizados sin construir y sin extender un solo milímetro el perímetro urbano de 1999 –antes del primer POT-, se habría tenido área suficiente para al menos doscientas mil nuevas viviendas para todos los estratos.