Moisés Banquera Pinillo

Según el Institutos de Estudios Latino Americano, el feminismo es: “un conjunto de teorías sociales y de prácticas políticas en abierta oposición a concepciones del mundo que excluyen la experiencia femenina de su horizonte epistemológico y político. El feminismo revela y critica la desigualdad entre los sexos y entre los géneros a la vez que reclama y promueve los derechos e intereses de las mujeres. El movimiento feminista surge como consecuencia de la conciencia de las mujeres respecto de su estatus subordinado en la sociedad”.
Pertinente con la época que se conmemora el homenaje a la mujer, empezamos por brindarle tributo a su papel jugado y por jugar en la sociedad y posiblemente a una deuda histórica de reivindicaciones y derechos que se le han vulnerado. Las cosas tienen que cambiar y desde finales del siglo XVIII muchas organizaciones vienen trabajando en ese sentido.
Cuando nacieron las teorías sociales de feminismo, era claro el propósito, natural el actuar y genuino el horizonte. Pero con derecho a equivocarme, observo con preocupación, que podemos estar en una extralimitación de la búsqueda de los objetivos o frente a una utilización de una causa justa a una bandera geopolítica a favor de la causa globalista.
Es importante conservar los derechos de igualdad dentro del mismo género. En la búsqueda de esa igualdad, en una noche silenciosa, larga y llena de realismo mágico me encontré una historia que refleja la profunda desigualdad dentro del mismo sexo femenino.
Un juez dictaba una sentencia, donde condenaba a la Policía de Colombia a indemnizar al hijo de 14 años de una madre por daños materiales y morales, madre que quedó embarazada mediante fecundación invitro, durante el embarazo contrató médico de cabecera para aminorar los mareos y otros síntomas, adicionó una empleada más del servicio doméstico y durante los 270 días del periodo de gestación no asistió a reuniones, fiestas ni centros comerciales para esconder su barriga y evitó a toda costa las marcas en su cuerpo como estrías.
El parto fue por cesárea, sin dolor, sus tetas no fueron jalonadas por el amor sublime de su hijo para amamantarse. A los pocos días corrió a encontrarse con su trabajo, entrenó a sus empleadas para evitar toparse con la popó del bebe, jamás lo llevó al Colegio, sus tareas fueron orientadas por la contratación de un profesor y los gritos del bebe fueron soportados por el juego comprensible y armónico de las empleadas.
Al mismo tiempo otro juez tenía en su despacho un caso con los hechos materiales iguales, un policía disparó y confundió al niño de 14 años con un delincuente. La madre de ese niño nació en San José, Corregimiento de Timbiquí, Cauca, de condición social por debajo de la línea de pobreza. Embarazó a temprana edad, progenitor del niño desconocido, de padres autoritarios que la echaron del hogar familiar, sin empleo formal, sin seguridad social, sin puesto de salud a la vista, sin medicina para paliar los avatares del embarazo.
Sobrevivió a los mareos a punta de agua salada, zumo de limón y jengibre que se robaba en las azoteas del pueblo. Cuando pudo retener la comida en su estomago empezó a rebuscarse, un calvario más, el cual comenzaba con la tormentosa rutina de caminar trochas inmensas, con lomas empinadas con pendientes del 20% para llegar a los socavones, para trabajar en la mina de los padres, con bateas repletas de tierra al cinturón, con el estomago vacío y al final de la tarde sin esperanzas, porque la veta del oro no aparecía.
Con el pasar del tiempo su estomago creció, las pendientes del 20% tenía que subirlas con el peso del bebé, con los troncos de leña para cocinar lo poco que conseguía y con las travesuras del nasciturus en su estomago. Llegó el parto, una paridera con una partera del pueblo, tosca, autoritaria, que mortificaba su paciencia con fuertes gritos…aguaaannnteeeee, puuuujeeeee…durooooooo. 10 días sufrió colgada a una guasca, a veces medio acostada en una cama de madera sin colchón, con los pies descalzos, con mantillas, gorros y medias prestadas esperando el bebé.
Se rompe la fuente, el agua sangre inunda el pequeño cuarto a oscuras con una pequeña lámpara de petróleo, la partera sostiene la cabeza del bebe, corta con un hierro caliente el ombligo y la madre no disfruta la dicha de ser madre, porque el hambre produce un mareo con ceguera. Bendición que sus tetas abundan de leche, sin pudor amamanta a su niño, sin pudor limpia su popó y sin pudor, pero con amor duerme con su hijo encima de su pecho.
Con base en las leyes colombianas, el juez de la madre que no fue madre, la indemnizó con $ 1.300.000.000 y la madre que sí fue madre, fue indemnizada con $ 256.000.000.
Desperté de aquel trágico pero cierto realismo mágico, me encuentro con el cuento de varios movimientos nacionales y supranacionales con la agenda globalista de feminización, lucha social loable, fraterna, necesaria y justa en su discurso, en su dialéctica y en su contexto.
La historia contada demuestra que hay mucho trecho entre el dicho y el hecho. “El cálculo de indemnización económico por la pérdida de una vida humana en Colombia, según las leyes penales, depende en gran medida de las probabilidades futuras que tiene cada persona de superación. En otras palabras, de las expectativas de bienestar que le brinda el entorno y su familia”. Esta conclusión sale del código penal y la jurisprudencia Colombiana. Hay algún proyecto de ley para corregirlo?, hay un movimiento feminista para hacerlo equitativo?, la respuesta es No.

La lucha y las leyes que exigen tener un 30% de los cargos de nivel directivo mujeres en Colombia, benefician la inclusión de las mujeres que lo necesitan?, o solo beneficia al 1% de ese 30% que tienen posibilidades de cumplir con los requisitos y que no sufren de exclusión?
En el mundo ideal, en el trabajo por la causa feminista con justa razón para que la verdadera mujer que sufre, que es excluida, que requiere reivindicación, logre los estadios de superación: los estados del mundo y en especial el estado colombiano en su conjunto, no deben seguir pensando en contradecir la naturaleza, ella se manifestó en que el feto quedara en su vientre por ser un ser con características especiales, con amor eterno, con calidez supra humana. Querer alejarla de su función de madre; con el eufemismo de equidad y género, generando un rompimiento negativo de la sociedad, con la separación de la madre o de los padres de su hijo, no es el camino correcto.
Es más loable una política integral de inclusión, de equidad y de igualdad implementar leyes que obliguen a valorar el trabajo de crianza y el trabajo en casa como obligar al patrono a consignar el 30 o 40% de los ingresos de la pareja que trabaja o si es independiente lo haga el propio trabajador, a la pareja que hace las funciones de hogar.
Es más inclusivo, equitativo e igualitario, que construyan leyes que obliguen al estado a considerar como semanas cotizadas a la pareja que durante la infancia del niño realiza el trabajo de acompañamiento en la crianza y crecimiento hasta los 12 años.
Es más inclusivo, antes de exigir que el 30% de burocracia directiva de la élite sea para mujeres, mejor se exija que en las entidades del estado el 30% de sus trabajadores deban provenir de estratos 1, 2 y 3 por su condición social y no por su ubicación, que sean mujeres y esencialmente cabezas de familias.
Como sociedad hace mucho daño pretender confrontar las familias en pro de competencias, de derechos y de equidad entre ellos, es mejor complementar y fortalecer la familia en pro de su núcleo, es necesario caminar con la naturaleza y no ir en contra natura. La equidad y la igualdad de género será más productiva y reivindicadora de derechos, si legislamos para que se valoren en igualdad de condiciones las actividades de las parejas; fue un error del pasado y aún del presente el machismo sin frontera, pero será un error hacia el futuro voltear la ecuación, invisibilizando al hombre. Lo correcto es profundizar la visibilidad de ambos fortaleciendo la ecuación familia, sociedad, estado, en donde el centro sea las generaciones del futuro.