
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011

Los que comprobando que su candidato no tiene casi votos consideran que hay que votar por uno de los dos posibles ganadores para atajar al otro, serian más útiles a la democracia si votaran en blanco en contra de los dos, y lo mismo los que usualmente no votan por que para que. Si parte de ellos se sumaran a los que ya hemos decidido votar en blanco, con toda seguridad ganaríamos y sería todo un golpe de opinión a nivel nacional, que llevaría a nuevas elecciones en las que habría nuevos candidatos incluyendo mujeres, pues representarían a mas de la mitad de los ciudadanos, y en definitiva la consuetudinaria e irresponsable abstención sería la gran derrotada.
Y democracia es lo que se necesitará para un mejor futuro en esta ciudad. Karl Popper (La sociedad abierta y sus enemigos, 1982), Jared Diamond (El mundo hasta ayer, 2012), o Geoffrey Parker (El Rey imprudente, 2014), entre otros, demuestran que estamos viviendo en la época menos violenta de la historia, pero las estadísticas advierten que se puede acabar pronto pues estamos terminando con la biodiversidad, el agua dulce y los bosques, y otros recursos no renovables, y de ahí que Manuel Rodríguez Becerra (Nuestro planeta, nuestro futuro”, 2019) señale que debemos hablar no apenas del cambio climático si no igualmente de la destrucción de la naturaleza y cómo las ciudades la generan y cómo las afecta.

Incluso los problemas más apremiantes de movilidad y seguridad en la ciudad hay que analizarlos también desde la perspectiva del cambio climático, pero pese a que es totalmente evidente en el primero (mas peatones y bicicletas y transporte público y menos carros particulares) no lo es en el segundo. El caso es que está ligado a la tala de bosques para sembrar coca y que por estar inútilmente prohibido su consumo, el narcotráfico ha generado la cultura violenta que vivimos ahora en las ciudades. Pero en los dos casos lo que necesitamos es “una nueva forma de pensar” como exige contundentemente Greta Thunberg citada por Paola Guevara (El País, 23/09/2019).
O una actualización de una vieja tradición, como lo es en el caso de las lagunas, humedales y meandros de los ríos, que en Cali equivocadamente se urbanizaron, y se taparon con feos jarillones (grandes como en el rio Cauca, donde continúan siendo una grave amenaza, o pequeños como en el rio Cali), cuyas riveras antes se sabia que había que conservar para amainar las inundaciones ocasionadas por las crecientes, cosa que en Cali se olvido cuando se dejó crecer la ciudad hacia el rio, obligando a la construcción de un muro para proteger la vieja ermita de Nuestra Señora de la Soledad del Río, situada en donde hoy está La Ermita, a secas y todo un falso gótico.
El triunfo del voto en blanco obligaría a que los electores como los nuevos candidatos tuvieran que pensar mejor sus propuestas para Cali, ligándolas a lo que Rodríguez Becerra llama el Cambio Global (p. 21), y a que presentaran a sus asesores en los diversos temas. Para terminar, no sobra repetir que El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) conformado por más de 2000 científicos, reitera en su sexto informe que el cambio climático es de origen humano, con una certidumbre científica de 97% (p. 74). Una población concentrada en ciudades, con más de la mitad del mundo y en Colombia más de las tres cuartas partes, pero en las que más de la mitad no vota.