Por Alex Sterling
El pasado 8 de Diciembre 'El Tiempo' publicó una columna de Camilo Jiménez, profesor de comunicación (no de comunicología) de la Pontificia Universidad Javeriana, donde renuncia a su cátedra argumentando que sus alumnos no saben escribir. Si bien expone puntos en los que, a través de los años, se ha llegado a un consenso, como el desinterés intrínseco por la investigación académica regular, también es cierto que deja abierto un debate necesario y urgente que tiene aún demasiadas habitaciones sin estrenar.
Empecemos haciéndonos unas preguntas: Los estudiantes de la generación pasada, los que no conocieron Blackberry sino ‘Texas Instruments’, ¿en qué libro publicado andaban a los 21 años, cuántas óperas habían escrito en sus semestres de pregrado, cuántos premios Nobel ganaron para el país antes de los 30?
¿Mediocridad, banalidad, escritores de rapitienda? Por supuesto, le pegó a todas las anteriores. Sin embargo, se le pasa un detalle: siempre han existido. Mis compañeros del colegio tenían un poco más de conocimiento de la sintaxis y la ortografía pero mentiría si dijera que gastábamos los recreos averiguando si era más rápido el neutrino que el fotón o escribiendo sobre otros problemas fundamentales del universo.
De hecho, las tecnologías de intercambio de información de las que disponíamos no nos permitían conocer el pensamiento del otro más allá de la conversación presencial. El único medio disponible para comunicarse en términos escritos era el correo (¡Postal!).
Y nadie se cartea con alguien de su ciudad salvo las quinceañeras con sus epístolas de amor adolescente reconquistando a su pareja, la cual descubrió una infidelidad y no abre la puerta.
"En su tiempo sólo "los intelectuales" publicaban, esa gente inteligentísima que vivía en sus castillos llenos y hechos de libros. Tal vez sea por eso que ahora ve tantos errores de ortografía y antes no"
Del texto del señor Jiménez le queda a uno la impresión de que éste es un problema de las nuevas generaciones cuando es una tara hereditaria que azota al país desde sus cantinflescos orígenes. La mayoría de la gente de su generación, señor Jiménez, escribe casi con las mismas limitaciones o ni siquiera sabe escribir ya que los índices de analfabetismo eran mayores.
En mi oficio como corrector de estilo en el programa editorial de la Universidad del Valle durante dos años, leí a muchos escritores mayores de 35 del país (incluyendo a muchos catedráticos con altos estudios en universidades europeas). Leyendo a algunos uno puede encontrar varias debilidades, que en su mayoría van más allá del desconocimiento del español más castizo:
Poética repetitiva y centrada en analogías con el corazón, las flores, los animales o Dios; uso descarado y desmedido de las palabras ‘desnudez’, ‘desencuentro’ y ‘erótico’; poca originalidad a la hora de plantear una idea y/o escribirla; dominación cultural evidente (colocarle a los personajes nombres de héroes western como Jack o John) y, sobre todo, animadversión inconsciente por las vanguardias, para mencionar sólo una perlas.
Lo que atormenta al señor Jiménez y a otros escritores profesionales, es que ahora las pifias escriturales de los jóvenes están a la vista pública. Internet expone el pensamiento y las habilidades de escritor de cualquiera.
En su tiempo sólo "los intelectuales" publicaban, esa gente inteligentísima que vivía en sus castillos llenos y hechos de libros. Tal vez sea por eso que ahora ve tantos errores de ortografía y antes no, ya que otrora todo texto publicado en papel (la tecnología de escritura que le tocó a usted) pasaba por un editor. Doy por seguro que si muchos de los que estudiaban periodismo o filosofía y letras u otra carrera universitaria hubieran tenido internet, también hubieran mantenido con cefaleas de ver las barbaridades que publicaban. Pero como no tenían, no publicaban nada, no se veían sus errores y se daba la falsa impresión de que no existían. Pero créanme, ahí estaban.
¿Hay un desmejoramiento del nivel intelectual de la población? ¿Los jóvenes van a arruinar el maravilloso país que reciben?
Durante decenios hemos tratado de arreglar todo. Los túneles torcidos, los alcaldes ciegos, las goteras en el palacio de Nariño. Rojas Pinilla trajo la televisión y, en una jugada maestra, permitió el voto de las mujeres. La cosa siguió igual. Liberales despistados y conservadores agrios han intentado todo tipo de remedios, pomadas, incompetencias varias.
Nada ha resultado, cada vez somos más enanos, cada vez nos sentimos más avergonzados de nuestra raza, de nuestra estatura, de nuestro idioma, de nuestros apellidos latinos, los cuales trucamos por construcciones anglosajonas en nuestros perfiles de Facebook.
Viajamos a estudiar a otros países y se nos pega el acento con una facilidad asombrosa. No tenemos nada bajo el pellejo. Somos arroz inflado. No tenemos ni orgullo, ni modales, ni saberes nacionales. Los que tenemos nos dan pena y los escondemos como una enfermedad cutánea. No estamos felices con lo que somos y no habría por qué estarlo. Las técnicas y los desarrollos en farmacología que heredamos de nuestro pasado indígena son tildadas de chamanismo y pseudociencia, aunque los laboratorios alemanes piensan otra cosa y se enriquecen con ello.
"No parece, según lo anterior, que se le vaya a entregar a los jóvenes un país que arruinar. Ese trabajo ya fue hecho".
No hemos podido hacer de este platanal un vividero decente. Ciertamente, llegué a pensar alguna vez que las complicaciones que implicaría un cambio radical estaban muy por fuera de nuestras capacidades. Y la historia me ha dado la razón: contrarreforma agraria, pignoración o venta de los recursos naturales y los activos nacionales, atraso sistemático del desarrollo de la ciencia y la tecnología, bases militares de naciones imperialistas, izquierdas embrutecidas y arcaicas, derechas implacables, pensadores de coctel, bla, bla, bla…
No parece, según lo anterior, que se le vaya a entregar a los jóvenes un país que arruinar. Ese trabajo ya fue hecho. En últimas, el problema del nivel mental de las generaciones emergentes, que estarán a cargo del país en unas pocas décadas, debe decantarse por el lado de una educación integral, que abarque la primaria y el bachillerato como una sola unidad pedagógica, en la que no se repitan contenidos, en la que se sepa a ciencia cierta qué saberes se enseñan en qué grado y con qué perspectiva. Una que demuestre que entiende el devenir de un mundo especializado en la que los conocimientos generales entregados en el bachillerato no sirven para nada en sí, más allá de una buena presentación en ¿Quién quiere ser millonario?
La educación recibida en la secundaria colombiana es muy general. Deberían los estudiantes ir descubriendo, con ayuda del pensum, sus intereses desde temprana edad. Así llegar a la universidad con conocimientos de más y no de menos, como es el caso. Que los colegios entreguen graduados que no tiene un nivel mínimo de conocimiento de los medios de expresión con los que cuentan es tan preocupante si el tipo va a ser periodista o ingeniero de redes. Escribir bien sirve para comunicarse y todos los profesionales deben hacerlo. Al presentar un informe, una tesis doctoral o un simple rendición de cuentas, del talante que sea, se debe contar con el conocimiento mínimo de los códigos de entendimiento.
Las nuevas tecnologías nos ayudan a que ese proceso se maximice. El pensum del bachillerato, y la calidad del profesorado, provocan una utilización de dichos recursos desde una visión hedonista y no reflexiva. EL asunto está por discutirse y tiene relación directa con la reforma a la educación superior y a la muy esperada reforma a la formación primaria y secundaria de los colombianos.
Para finalizar les dejo un lectura interesante en la que, desde otra disciplina, podemos resolver ciertas dudas sobre si es que los jóvenes son estúpidos o es que no se les comprende como seres eclécticos, ingeniosos, agudos e incluso académicamente rebeldes.
http://www.eduquemosenlared.com/ar/index.php/articulos/articulos-psicopedagogia/96-efecto-flynn
Créditos imágenes de Camilo Jiménez Vía Facebook
Relacionado: Las razones de Camilo Jiménez (kienyKe)
Échale un vistazo… ¡también te puede interesar
Últimos días del capitalismo, después no digas que no te avisamos
El MIO aplasta la fe en el progreso
Rio Killer, la ruta de los temerarios
¿Cómo ahorrar hasta 100 mil litros de agua con un orinal seco