
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.
Primer lunes: llega un carro con chofer, contratista y ayudantes; el chofer mira, un ayudante pone la pata en la pared y mira, el otro ayuda templando el hilo y el responsable traza en el asfalto de cualquier manera por donde hay que cortar. Media hora y se van.
Segundo lunes: llega otro carro con chofer, otro contratista y otros ayudantes; el chofer mira, los ayudantes ponen la pata en la pared y miran, el contratista rompe el asfalto por donde está marcada la línea, hace mucho ruido y los vecinos se asoman. Poco más de media hora y se van. Los vecinos van a la obra y se quejan por el ruido y el polvo.
Tercer lunes: llega otro carro con chofer, otro contratista y otros ayudantes; el chofer mira, los ayudantes excavan y el contratista mira pero no pone la pata en la pared. Después de una hora se van dejando la calle semi bloqueada con varios montones de tierra. Los carros pitan, los vecinos se asoman, van a la obra y amenazan con abogado. Los constructores llaman a los del seguro y se les muestra a los vecinos el acta de vecindad con fotos y firmas.
Cuarto lunes: llega otro carro con chofer, y otro contratista pero sin ayudantes; el chofer mira, y el contratista conecta los tubos de PVC. Termina pronto pero se queda conversando con los obreros de la obra, que dejan de trabajar y ponen la pata en la pared, los vecinos se animan y bajan a conversar. Los dueños de la obra llegan y dicen que los vecinos se deben quejar es a EMCALI, y la arquitecta encargada de la obra hace retirar la tierra pues la calle esta totalmente bloqueada pues todos se estacionaron al otro costado de donde esta el hueco. Los carros pitan.
Siguiente domingo, pues el quinto lunes es 24 de diciembre: llega otro carro con chofer, otro contratista y otros ayudantes; el chofer mira, los ayudantes bajan la “rana” y el contratista apisona la tierra, pero se queda sin gasolina. El carro y un ayudante van por gasolina y el dueño de la obra les trae gaseosas frías al contratista y al ayudante que se quedó. Comenta que la “rana” no hace tanto ruido como el martillo de aire comprimido. La arquitecta encargada de la obra no aparece pues es domingo, pero el arquitecto proyectista que pasaba por ahí “casualmente” les dice que el trabajo esta mal pues hay que apisonar por capas, pero lo miran feo y se va.
Sexto lunes: llegan dos carros, cada uno con su respectivo chofer, claro, pero un solo contratista y ayudantes. Nadie pone la pata en la pared todos trabajan y reparchean rápido el hueco y se van. Pero, como se sabe, del afán no queda sino el cansancio y en este caso agua: ¡rompieron el tubo! Vuelve y juega pero los medios nos piden que comencemos el año con optimismo. ¿Y porque no? Nadie pone la pata en la pared, ni se queja, los carros no pitan, los abogados no aparecieron, y que importa que se bote agua potable a la calle si de todas maneras ya se anunció su racionamiento en los diferentes barrios de la ciudad, pues como está lloviendo mucho, con inundaciones y todo otra vez, no se la puede procesar por su turbulencia.
Por lo pronto nadie sabe cuándo se terminará esta sencilla conexión. Y no se puede esperar con la pata en la pared pues la casa ya estará blanqueada. Si se tuvo paciencia por mes y medio que es esperar otro mes y medio si mucho; eso sí, un lunes.