Vida Nueva
Por Héctor De los Ríos L.
San Mateo 5, 38-48
“Amad a vuestros enemigos”
Continuamos a la escucha del Maestro en el Sermón de la Montaña, seguimos en la tónica del discipulado, el que tanto nos insiste el documento de Aparecida. A través de las secuencia de los evangelios del domingo vamos viendo cómo la enseñanza de Jesús explana poco a poco en qué consiste la vida nueva del Reino proclamada en las bienaventuranzas.
La justicia del Reino, que genera vida y fraternidad, es la que le da pleno sentido a la “Ley y los Profetas”. Jesús no vino a darle “cumplimiento” exigiendo una observancia más rigurosa sino remontándose hasta la voluntad del legislador, hasta su corazón. De hecho, la Ley no hace sino señalar qué es lo que el Padre quiere que hagamos, pero ella no tiene la fuerza interna para hacernos realizar su voluntad.
Pues bien, en el Evangelio de este domingo queda claro de una vez por todas que lo fundamental es ser “hijos en el Hijo”, es decir, que el amor cristiano no es más que la manera de ser del Padre Dios reflejado en sus hijos, así como nos lo reveló en su Hijo Jesús. En pocas palabras: “Sean hijos de vuestro Padre del cielo… Sean perfectos como es perfecto vuestro Padre del cielo”
El punto es que esta “filiación” y esta “perfección” se deja conocer en la manera como enfrentamos la violencia.
38 Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
39 Pues yo os digo que no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra.
Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. 44Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, 45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial.
El pasaje se ubica dentro de la sección en la que se describe la Nueva Ley que inspira al discípulo de Jesús, la “Justicia mayor del Reino”. En esta sección, como hemos visto, en seis ocasiones Jesús retoma la Ley (“Habéis oído que se dijo…”) para mostrar cómo en él se da la justicia nueva y superior, es decir, la plenitud de la Ley (“Pero yo os digo…”). Por este elemento formal, esta sección es conocida como de las “antítesis”.
Para aprovechar más nuestra lectura de Mt 5, 38-48, volvamos a situarnos en el ámbito discipular que describimos el domingo pasado. Como ya vimos, el primer ámbito de vida en el cual se inserta la “justicia superior” que proviene del Reino es el de las relaciones con los demás. Para ello, Jesús mostró cómo se ejercen las bienaventuranzas, esto es, cómo ellas nos dan criterios para reaccionar frente a dos tipos de situaciones: (1) Cuando la iniciativa la relación depende de uno que leímos el domingo pasado); (2) cuando la iniciativa la tiene otra persona.
En el primer tipo de situaciones, se pusieron de relieve tres valores del Reino: la reconciliación, la fidelidad y la veracidad. Ahora vemos, la otra cara de la moneda: cuando el asunto no depende de uno, es decir, que uno tiene buenas intenciones para restablecer la justicia (reconciliación, fraternidad, paz, etc.) pero la otra persona no.